Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

31 de diciembre de 2013

Otra vuelta de Tierra


                                                      Pintura: Graciela Bello


Los sueños de nunca acabar
Las flores las piedras los pájaros
Una ventana
El aire limpio de una mañana de sol
El temblor de una hoja en el agua
Los perros los gatos
Las manos de una niña asidas a una hamaca que remonta vuelo
Las ganas de ver qué hay del otro lado de la luna
La mesa de Julio la sonrisa de Erna la carta de Laurie
los amores
islas flotantes sobre un mar sin nombre
Los ensayos de vuelo
Los bares viejos
Los paseos 
Los pasajes
Crainqueville en Villa Santa Rita
Los libros que encontré y los que perdí
Los días ganados
El tiempo que se mueve en espiral 
en zig zag 
a la velocidad de la luz 
el tiempo detenido
Los juegos de palabras
el silencio
Sentir que a pesar de todo, que aun así
Las ganas de creer que otro año, otra vida, otro mundo
Seguir escribiendo ese deseo
cada hora y cada minuto de cada día y cada noche
mientras la tierra gira y gira 
una vez más
gira.




28 de diciembre de 2013

17 de diciembre de 2013

Ahora que ya sos grande ¿qué vas a hacer cuando seas niño?


                                                  Imagen: Pablo Picasso


A pesar de la tarde agobiante, ayer fui a mi clase de movimiento. En un momento, la instructora salió y, unos minutos después, una pelota gigante de color rojo entró rebotando en el salón. A esa le siguieron otras, de diferentes colores: violeta, dorado, azul, verde, naranja... 
La instructora nos dijo que cada uno tomara una esfera y dejara que el cuerpo jugase con ella. Aprovechar el calor, la gravedad y el sostén de la pelota para estirar músculos, masajear distintas zonas del cuerpo, relajarnos. Jugar.
Así que eso hice durante un rato la tarde de ayer.
De fondo sonaba María Elena Walsh.




13 de diciembre de 2013

Erna


                                                  Pintura: Graciela Bello


Hacía calor, habíamos caminado bastante y decidimos hacer un alto en la plaza de Belgrano R. Desde nuestro banco vimos venir a una anciana que avanzaba por el sendero con bastante agilidad, a pesar del bastón y de las vendas que cubrían su pantorrilla izquierda. "¿Quiere sentarse?", le dice O., cuando la señora pasa delante de nosotros. "No, gracias", responde, y agrega con una sonrisa "lo que yo necesito es andar, no quedarme quieta". "Claro, hace muy bien, es bueno caminar".
La señora, de pie frente a nosotros, sigue hablando. Es muy menuda, encorvada y tiene el pelo blanco, finito y liviano como el de un bebé.
"Tengo 90 años", dice. Yo miro sus tobillos hinchados, los dedos de su mano flaquitos y torcidos por la artritis, su cara de gnomo. "Ahora me cuesta más caminar, pero yo salgo igual. No tengo miedo."
Después supimos que vive sola, que tiene una hija que anda "mal de los nervios" y un nieto hincha de Boca. Que vino de Alemania a los 14 años, que era música, que de joven tocaba el acordeón y que se había presentado, con varias orquestas de señoritas, en la confitería Ideal y en la Richmond de Florida. Que actuó en la película Orquesta de señoritas, pero que lamentablemente habían cortado su parte. "Yo era la más joven del grupo, imagínense...ya no queda ninguna", dice riéndose con risa contagiosa.
Seguimos hablando de su barrio, del nuestro (donde ella vivió hace muchos años), de restaurantes y bares, de la música que escucha (clásica y tango, que toca como si fuera argentina), de su acento alemán y de la "r" que nunca logró pronunciar bien, del tiempo, de que lo que más desea es no perder la lucidez.
Cuando O y yo nos levantamos para retomar nuestro paseo, la señora nos pregunta si queremos ver una foto de ella cuando era joven. Mete su mano flaca dentro de una bolsa de supermercado negra, revuelve, saca un monedero. "Acá está", dice, y nos extiende una foto carnet con una veinteañera rubia, con blusita y sombrero, sonriente.
¡"Qué hermosa era!", le digo. Después nos muestra una fotito de la hija y otra del nieto.
"¿Cómo se llama usted?" pregunto. "Erna", contesta riéndose porque no pronuncia bien la r de su nombre.
Nos despedimos, le decimos que fue un gusto hablar con ella.
Erna guarda sus fotos, nos desea felices fiestas y sigue su camino.

Yo pienso en las orquestas de señoritas, en confiterías que ya no existen, en la sonrisa de Erna.





10 de diciembre de 2013

La mesa de Julio




“La Marquesa salió a las cinco”-pensó Carlos López-. ¿Dónde diablos he leído eso?
Era en el London de Perú y Avenida. Eran las cinco y diez. ¿La Marquesa salió a las cinco? López movió la cabeza para desechar el recuerdo incompleto, y probó su Quilmes cristal. No estaba bastante fría.

Así comienza "Los Premios", la novela de Cortázar que narra el fantástico viaje en barco que un grupo de ¿afortunados? ganó en un concurso, y cuya historia comienza en la emblemática confitería de Perú y Avenida de Mayo. Dicen que don Julio escribió la novela en una de sus mesas. Y para ratificarlo ahí estaba, celosamente protegida y señalada con una soguita bordó. 

Hace unos meses, la London cerró sus puertas, no se sabe si transitoria o definitivamente. Era uno de los bares notables pendientes en mi lista y, aunque no llegamos a ir, al menos pude tomar- una noche, volviendo de San Telmo y de El Federal- estas fotos de la mesa de Julio, antes de que el tiempo la vuelva un fantasma , otra mera ficción.














"Me paso la vida sin hacer nada útil, cultivando unos pocos amigos, admirando a unas pocas mujeres y levantando con eso un castillo de naipes que se me derrumba cada dos por tres. Plaf, todo al suelo. Pero recomienzo, sabe usted, recomienzo..."



3 de diciembre de 2013

Temblando


                                                   Imagen: Holger Droste


Temblando
viendo las nubes que pasan
y los árboles debajo de las nubes,
y las aves ateridas en las ramas de los árboles
y los perros de la calle.

Temblando de frío en las alturas
temblando de ausencia
de escarcha
de noche
no queriendo ver lo que se cocina
allá abajo, más abajo, más abajo
no queriendo olerlo ni tocarlo
las manos como guantes de látex derretidos
los párpados cerrados
 el corazón detenido

para no ver
para no seguir viendo

lo que corre
grita
se retuerce
clama
calla
calla
calla
allá abajo.





26 de noviembre de 2013

"La lune est le rêve du soleil" (Paul Klee)


                                            Imagen: Ronald Companoca


Para este segundo cumpleaños, voy a tomar prestado un hermoso texto que escribió Luis en su blog, hace un tiempo:

"Las sacerdotisas romanas eran hermosas porque se bañaban desnudas bajo la  Luna. Kepler, el astrónomo de las fugas y el encanto, sostenía que la vida en nuestro satélite natural es más fértil que en la tierra. Y pensaba que si bien ahí todo es de menor tamaño, al mismo tiempo resulta más equilibrado. Fritz Lang imaginó en 1929 a una mujer que camina sin miedo ni escafandra por una luna dulce y tierna. Por qué negarnos entonces a vivir allá. ¿Será porque fuimos educados en una conciencia extrema de lo real? Pero ahora que la historia terminó, ahora que el mundo se ha transformado en un pequeño infierno, la idea de vivir en la Luna puede ser la salvación que estábamos buscando. Derivar sin prisa por el Mar de la Tranquilidad, beber agua de los volcanes azules o hacer el amor a cualquier hora son sólo algunas de las tareas posibles. Allá no hay penas ni puñales. No hay órdenes que cumplir ni preguntas que responder. Y encima no es preciso llevar nada. Corazón, deseo, alegría y besos es todo lo que hace falta en la Luna para vivir."


Gracias, de todo corazón, a los lunáticos que me acompañan: Eleonora, Sinuhe, Axis, Rob K, Hermes, Darío, Vera, Luis y otros amigos que hacen de este viaje una travesía tan intensa y feliz.

Un abrazo para todos.





19 de noviembre de 2013

Mi encuentro conmigo


                                        Foto Bet Z


Sábado a la mañana. Enganchamos una película empezada con Bruce Willis y un nene gordito que lo sigue a todos lados. Al rato advertimos que el nene es el mismísimo Bruce a los 8 años, que ha viajado desde el pasado para reunirse consigo mismo en la víspera de sus 40. Un cuarentón que no la está pasando muy bien, claro. 

La película (Mi encuentro conmigo/The Kid) es muy mala, las situaciones, previsibles, y Bruce, muy risible en su rol dramático.
Pero igual me quedé pensando en la idea que propone la película. Si uno pudiera encontrarse con el niño/a que fue: ¿qué sentiríamos al verlo? ¿cómo le hablaríamos? ¿qué nos gustaría preguntarle? ¿trataríamos de advertirle algo, de evitarle algún dolor? ¿Cuánto de lo que somos vendría a develar ese niño?...

Hace un tiempo encontré el diario íntimo que escribí entre los 12 y los 14 años, y leerlo fue revelador. Es que, con el tiempo, uno olvida quién fue. El diario me permitió escuchar, en mi propia voz, cómo era un día de mi vida, a qué le tenía miedo, qué me daba vergüenza, por qué sentía culpa, qué me ponía contenta, qué me preocupaba, cómo veía a mi mamá y a mi papá, qué hacía con mis amigas, qué fantasías tenía acerca del amor... 

(Además de todo, me divertí como loca). 





13 de noviembre de 2013

La isla


                                     Imagen: Turquoise embrace, Cameron Graves


Estar en una estación de subte. Ver cómo el andén se va llenando de gente, un montón de personas que no significan nada para mí en términos personales, y para quienes tampoco cuento. Mi cara es la de todos, es decir, ninguna. No soy nadie para ellos, no son nada para mí. Un mar de gente en el que nos ahogamos de anonimato, desaparecemos, nos diluimos. En ese momento, entonces, abrazarte. Cerrar los ojos y hundir la cara en tu cuello, sentir tu olor, tu calor, los latidos de tu corazón. Sentir cómo tus brazos me abrazan y tu cara se hunde en mi pelo. Cinco, seis, diez segundos abrazados así. Una isla flotante sobre un mar sin nombre. Una minúscula porción de tierra donde vos y yo, así abrazados, nos damos identidad, un nombre, una historia. Abrazados nos salvamos de la nada, del silencio, del desamparo.
El amor es eso.
Por ejemplo.



5 de noviembre de 2013

Amores así





A nuestros vecinos:
¡Qué hermoso otoño! Todo es resplandeciente y dorado, y hay una luz increíble y suave. El agua nos rodea.
Lou y yo pasamos mucho tiempo en este lugar en los últimos años y, aunque somos gente de ciudad, éste es nuestro hogar espiritual.
La semana pasada le prometí que lo iba a sacar del hospital y que vendríamos a casa, en Springs. Y así lo hicimos.
Lou era maestro de tai chi y pasó sus últimos días aquí, feliz, deslumbrado por la hermosura y la fuerza y la suavidad de la naturaleza. Murió en la mañana del domingo, mirando los árboles, haciendo la famosa forma 21 del tai chi, sólo sus manos de músico moviéndose en el aire.
Lou fue un príncipe y un guerrero; sé que, al escuchar sus canciones sobre el dolor y la belleza en el mundo, muchas personas se sentirán plenas de esa increíble alegría que sintió por la vida. Que esa belleza nos llegue, y nos atraviese siempre.
Laurie Anderson
Su amante esposa y amiga eterna.
Página/12   2 de noviembre de 2013-   (Texto publicado en el periódico East Hampton Star de Springs, localidad en las afueras de Nueva York).
 S/D autor de la foto

31 de octubre de 2013

Lou y John en la luna


Un comentario casual de ojo en el post anterior me llevó a ver y escuchar el video de the kids y, de ahí, Lou Reed me llevó hasta John Lennon. 
Lou canta este tema impresionante en este homenaje impresionante que, gracias a estas erráticas conexiones lunares, pude encontrar (había visto el show hace años en cable y lo rastreé mucho tiempo, sin éxito).
El concierto es "A Night for John Lennon's Words and Music", y es una joya. 
Vaya este homenaje al gran Lou que acaba de irse con John, a cantar juntos.






28 de octubre de 2013

Bares notables. Hoy: El Banderín


El Banderín queda en Guardia Vieja y Billinghurst, pleno barrio de Almagro. Está en una esquina (me encantan los bares ubicados en esquinas) que parece detenida en el tiempo. No hay edificios alrededor y entonces, cuando uno se acerca, ve esa construcción antigua, los árboles, las casas bajas... ¡otro mundo!














El bar es chiquito, tiene pocas mesas, muchos banderines (claro), una barra hermosa, ventanas grandes, luz. Como en todos los bares notables, el café y las medialunas son baratos y riquísimos (medialuna riquísima= de tamaño generoso, no demasiado dulce, con un leve dejo saladito, sin almíbar, de buena textura).
Se convirtió en uno de nuestros bares predilectos para ir en la semana, cuando empieza a caer el sol. Algunos viernes hay música y cierran tipo 3 de la mañana.



Atendido por sus dueños 
(a la izquierda, Mario Riesco, propietario de El Banderín)




17 de octubre de 2013

All inclusive




Primero entramos en un restaurante. Atravesamos dos o tres salones cubiertos y llegamos a uno al aire libre. Es lindo, hay mesas con manteles blancos debajo de una parra enorme por la que se filtran unos rayos de sol. La gente sentada a las mesas conversa, come, se los ve contentos. La comida parece rica, mucha carne, papas doradas, frutos de mar, dispuestos en fuentes enormes y humeantes. En el último salón se pueden adquirir algunos productos. Yo llevo miel, almendras, aceite de oliva, unos panes caseros. 
Ella paga.

Más tarde entramos en una perfumería. "¿Te gusta aquel?" "Mmmno... no sé, no lo conozco". "¿Lo querés?" "No, gracias, ando necesitando un rubor y una sombra nada más." "Mirá, ahí hay, ¿te gustan?" "Sí, están bien, las voy a llevar." Pero apenas insinúo el gesto de meter la mano en la cartera, ella me sujeta el brazo. "Por favor", dice. 
Y paga. 

Después pasamos por un teatro de la calle Corrientes. Ella se acerca a la ventanilla, comenta algo con el empleado; él saca cuatro entradas de la taquilla y se las pasa por debajo del vidrio. Ella sonríe, me las da. Y paga.

Finalmente entramos en un viejo almacén de barrio. Sobre el mostrador hay un par de dulces de membrillo caseros. "Qué rico. Los voy a llevar. Pero esta vez pago yo", digo. "De ninguna manera", retruca ella, mientras se encamina resuelta hacia la caja registradora. 

-¿Algo más?- dice el almacenero. 
-No, gracias-dice ella-. Esto es todo por hoy.




(mi agradecimiento a la señora MC por su desinteresado aporte a este sueño pedestre)



9 de octubre de 2013

Ensayos


Foto: Brooke Shaden

I
Voy bajando una escalera, en un edificio antiguo. La escalera es larga, empinada, interminable. Estoy muy apurada. Entonces pruebo ir saltando los escalones de dos en dos. Funciona. De tres en tres. Funciona. Sigo bajando mientras, de un solo impulso, bajo cinco, seis, siete escalones. Son saltos en cámara lenta, suaves y livianos como los de la Mujer Biónica. "Qué bueno, mirá qué fácil era", pienso ya al final de la escalera, mientras busco la salida.


II
El sol se puso hace rato, aunque todavía no es de noche. El mar, la arena y el cielo tienen un color indescifrable, como de plomo líquido, que me provoca cierta inquietud.
"Mejor voy volviendo", me digo, "ya es tarde". Apuro el paso. Sopla el viento, me revuelve el pelo, me levanta el vestido. "¿Lloverá...?" 
Me descalzo y empiezo a correr. La ciudad se ve distante, los edificios se achican como si se fueran alejando a medida que yo intento acercarme. "Qué tarde se hizo", pienso. Y empiezo a volar. 
Vuelo atravesando un aire espeso, entre lila y gris. Dejo atrás la playa y veo cómo las luces de los carteles se agigantan y se me vienen encima. Sigo volando mientras esquivo carteles, postes, edificios, cables. "¡Oleeee!" digo, mientras sorteo casas, vacas, camiones, hombres, mujeres, paredes, nubes.
No recuerdo haber descendido.



2 de octubre de 2013

Esto no es un sueño


 Imagen: Julie de Waroquier

I
Camino por una calle adoquinada, debajo de un puente. Las paredes son de piedra, de una piedra antiquísima, que conserva la memoria de sucesos ocurridos hace siglos.
"Que no me digan que es un sueño", pienso. "Esto no es un sueño". 
Para corroborarlo, acerco mi cara a una de las paredes: siento sobre mi piel la textura áspera de la piedra gastada, su temperatura tibia; siento su olor viejo, a agua enmohecida, a herrumbre; también siento en mi rostro el calor de un rayo de sol. Cierro los ojos. Sé que nunca estuve aquí antes. Sé que no estoy en mi país. Sé que estas calles, estos puentes, esta geografía pertenecen a otro lugar y a otro tiempo. Sé que esto no es un sueño.


II

Me acomodo de espaldas sobre un carrito de cuatro ruedas. Flexiono las rodillas, subo los pies, me impulso con las manos y comienzo a deslizarme hacia atrás, por una callecita en pendiente. A medida que me deslizo boca arriba, voy mirando las copas de los árboles que desfilan ante mis ojos. Extiendo los brazos para rozar las hojas y las flores, que quedan al alcance de mi mano. Son suaves, son blancas, fucsias, perfumadas. Siento una felicidad tan grande que empiezo a llorar. Y me río, también de felicidad. A los costados, sobre las paredes de las casas, las ramas y el follaje forman extrañas figuras vegetales: caballos de crines marrones con flores rojas, peces con escamas amarillas, naranjas, lilas, colibríes. 
"Esto no es un sueño", me digo contenta. 
Y sigo viajando.




29 de septiembre de 2013

Súper 8

Un programa

Por ejemplo, un viernes a la tarde. Caminar por Almagro, entrar en una librería, sentarse en una sillita entre libros y juguetes antiguos, y ver El globo rojo proyectado en Súper 8.



Foto: Bet Z
Librería El Globo Rojo, Medrano al 700.



23 de septiembre de 2013

Decisiones





Por empezar, no empezó. Ya tendría que haber llegado, pero no está aquí. Quién sabe qué tarea la mantiene ausente, demorada en quién sabe qué detalles, qué ajustes, qué correcciones. 
Porque no da igual. 
El blanco de los jazmines- el blanco de cada jazmín- no es siempre el mismo. Hay que dar, cada año, con el blanco más blanco del mundo, con el más dulce y a la vez, el más delicado. Hay que decidir- cada vez- el rojo, el verde, el violeta, el lila, el azul, el amarillo, el rosa, el celeste, el naranja. Y después de eso, hay que decidir los matices. Que son infinitos. Infinitos. Y ahí anda la pobre, con las manos desbordadas de colores, de texturas, de formas, de aromas posibles. Mira, huele, toca, y no se decide. A veces cree que lo mejor sería derramar todo de una buena vez, así como está, sin seleccionar nada. Pero tiene miedo. Es tanto. Imagínense, abrir una mañana los ojos y que toda la belleza del mundo nos bañe el cuerpo, nos aturda así, sin límites, excesiva, abrumadora, endemoniada, inasible.
Ay, ella no sabe si podríamos resistirlo. O si los ojos se nos desharían licuados en lilas, y las manos se nos harían agua de azahar, y la piel, espinas sedientas, y el corazón, un manojo de hierba alimonada que el viento convierte en polvo. 

Ella está ahí, quietecita, con tanto entre las manos, y no sabe qué hacer.
No la apuremos.

Pero, por las dudas, estemos preparados.



13 de septiembre de 2013

Tiempo loco


Imagen: Jacek Yerka


Hoy fue un día raro. Mi percepción del tiempo fue rara.

* A las 14.52 hs. llegamos al banco. Había 9 personas delante de nosotros. La cola avanzaba muy despacio. Con O. hablamos de bueyes y de cheques perdidos, de si íbamos al súper después del banco o a la nochecita, de qué íbamos a cenar hoy. También imaginamos que O. sin querer-se apoyaba en la cinta (esa que ponen en el banco para ordenar la cola), y que se caía, y que su caída provocaba la caída de las otras personas que estaban en la cola, y que además se caían los soportes metálicos de la cinta, y que con el ruido y la confusión entraban en acción los guardias de seguridad desenfundando sus armas, y que se activaban todas las alarmas del banco incluida la de incendio, y que comenzaba a caer una lluvia que nos empapaba a todos, y que en medio del caos generalizado alcanzábamos a ver cómo nuestro cheque era pisoteado por varios pares de zapatos antes de deshacerse bajo el agua.
Cuando salimos del banco, miré el reloj. Eran las 15.05.  "No puede ser", pensé. Entonces miré la hora en el celular: 15.05.  "Andan mal", me dije.


*A las 16 hs hablé por telé fono con M. Hablamos un rato largo. Después me cambié y salí hacia mi clase de movimiento. Caminé despacio, muy despacio. Entré en una dietética, pregunté por diferentes tés, miré las galletitas, los budines integrales, la miel, los mix de frutas secas. Charlé con el dueño sobre la buena calidad de una de las marcas. Salí. Entré en una feria americana. Recorrí detenidamente los percheros, miré las remeritas, las blusas, los pantalones. Pasé por el vivero. Miré las alegrías del hogar, pregunté el precio del jazmín trepador y el de las margaritas. Llegué a destino. Eran las 16. 30. "No puede ser", pensé. Miré la hora en el celular: 16. 30. "Andan mal", me dije.

Y sin darle más vueltas al asunto, entré a la clase y bailé feliz, sin parar, no sé por cuánto tiempo.
Qué importa.
Hoy tengo todo el tiempo del mundo.




6 de septiembre de 2013

Sueños


Foto: Bet Z


Los delfines no juegan en las olas
como la gente cree.
Los delfines se duermen bajando hasta el fondo del mar.
¿Qué buscan? No sé.
Cuando tocan el fin del agua
despiertan bruscamente
y vuelen a subir porque el mar es muy profundo
y cuando suben ¿qué buscan? No sé.
Y ven el cielo y les vuelve a dar sueño
y vuelven a bajar dormidos,
y vuelven a tocar el fondo del mar
y se despiertan y vuelen a subir.
Así son nuestros sueños.


Los delfines, Silvina Ocampo

Bares notables. Hoy: El Faro

Para algunos queda en Villa Urquiza. Otros afirman que pertenece a Parque Chas. En ese territorio difuso  está El Faro, alumbrando antiguas historias de dos emblemáticos barrios porteños.




 Este tiene "entradita" bien definida :)


El piso evidentemente fue renovado, pero  la vieja barra  resiste.






El Faro está más refaccionado que otros bares notables (al menos, se le nota más), pero me gusta porque es amplio y luminoso,  porque está en un límite incierto entre dos barrios que me encantan y por sus ventanas con este  fileteado.










22 de agosto de 2013

El juego


                                                              Jason de Caires Taylor,  Land


Un partido
donde los jugadores tienen
los ojos vendados

Del otro lado  puede haber
un rey
una pared
un pez

También puede estar  el adversario.

Pero el adversario tiene
los ojos vendados
y abraza al rival
por error

El terreno se vuelve
piedra
 fango
asfalto
 cápsula

Los jugadores desconocen
las reglas
pero las respetan
puntualmente

El reglamento pasó
por tanto cielos
que revela un lenguaje intrincado
un alfabeto de números
o latidos

Entonces
el premio puede ser
la derrota

los perdedores agitan el pecho
de alegría
 los ganadores sufren el tormento
de no haberse equivocado.

Los que juegan
tienen los ojos
vendados

y no saben cuántos son
ni cuántos días
ni cómo
ni cuándo
ni quién
les vendó
los ojos.





10 de agosto de 2013

Algo tan hermoso que no puede expresarse en palabras


Alguna vez me pasó estar en una estación esperando el subte y que por los parlantes comenzara a sonar música clásica. Digo así, "música clásica", porque soy muy ignorante en la materia. Pero oyendo esa música sentí algo muy particular. Sentí -o más bien, tuve la certeza- de que si todos pudiéramos escuchar ese sonido aunque solo fuera unos minutos por día- mientras esperamos el subte o el tren, mientras hacemos una cola, mientras esperamos que nos llamen en cualquier sala de espera, en una recepción, en un supermercado-si esos sonidos remplazaran el ruido de la calle, de la gente, de la radio o de la tele e invadieran los espacios públicos, seríamos mejores personas. Sentí que habría menos golpes, robos, violaciones y asesinatos. Que los hombres serían amorosos con sus mujeres, y ellas con sus hombres. Que las madres y los padres cuidarían a sus hijos, y los hijos a su vez crecerían y se convertirían en hombres y mujeres buenos, porque fueron amados. Que nos miraríamos los unos a los otros pensando qué diferentes somos, qué idénticos. Y eso nos daría tanta felicidad, tanta pena y tanta ternura que seríamos incapaces de hacernos daño. Eso sentí.


Ayer vi esta película. Y vi esta escena. 



Red (en off)
"Hasta el día de hoy no sé lo que cantaban esas dos italianas. La verdad es que no lo sé. Algunas cosas es mejor no saberlas. Me gusta pensar que cantaban sobre algo tan hermoso que no puede ser expresado en palabras y hace que el corazón te duela por ello. Esas voces  llegaron tan alto y tal lejos como ninguno jamás imaginó en un sitio tan gris. Era como si un pájaro precioso entrara en nuestra jaula e hiciera que estas paredes desaparecieran, y por un momento muy corto, todos los hombres de Shawshank se sintieron libres."





8 de agosto de 2013

Desnuda


La poesía se desnuda y queda
un piolincito
un guiño
unas escamas fosforescentes.

El resto 

es aire que canta.

Foto: Betina Z






31 de julio de 2013

Persistencia

                                                                                                                         Foto: Betina Z

 "El pasado no ha muerto. Ni siquiera es pasado."

William Faulkner



23 de julio de 2013

Serendipia (7)

El encuentro de la princesa japonesa 
y la niña amazona








"La nena que pasa desnuda en el corcel blanco habría dejado insomne a Lewis Carroll. Atrás, titila un castillo de cuento de hadas. Todo comparte la misma gracia: la luna que mira a un costado, la medianoche en su fiesta, el yo y su desfile de sombras. La niña baja los ojos, busca con vehemencia el pozo de lo invisible. Cuando llegue al castillo abrirá la puerta un conejo blanco”. Así imagina la escritora María Negroni un libro entero, Elegía , alrededor de un único fotograma: ese que muestra a una niñita de larguísimos cabellos rubios rizados, envuelta en una noche espesa y estrellada, cabalgando –desnuda y lentamente– sobre un caballo blanco. La imagen pertenece a la película experimental Trilogía de los niños (1940) y es del artista norteamericano Joseph Cornell . El libro de Negroni rinde homenaje ) a la obra de uno de los creadores más misteriosos, tímidos y exóticos del siglo XX."
(Extraído de una nota publicada en Revista Ñ)

1. Hasta hace 15 días, jamás había oído hablar de Joseph Cornell. Me conmovió la imagen de esa niña atemporal, esa niña-fantasma, un hada exiliada. También me llamó la atención el propio Cornell quien, según la nota "creó una serie de películas breves  raras, rústicas, y aún bastante desconocidas. Las armaba él mismo, recortando y montando filmes de 16 mm. en el sótano de su casa (...) ya que lo importante para el artista no era filmar sino encontrar y luego intervenir, manipular el material. Trabajaba sobre las tiras de documentales de países exóticos que compraba en los almacenes de New Jersey. Pequeños espectáculos domésticos: Cornell proyectaba sus “juegos fílmicos” en la casa de Queens para mirarlos junto a su hermano..."Busqué en Internet, pero no pude dar con la Trilogía de los niños.

2. Yayoi Kusama es una artista plástica japonesa, cuya obra se expone actualmente en el MALBA. Tiene 84 años y es, según dicen, una de las artistas más famosas y ricas del mundo. La llaman "la sacerdotisa de los lunares", porque ellos están presentes obsesivamente en toda su obra.
Sus comienzos como pintora inmigrante japonesa en los Estados Unidos fueron duros, aunque también muy estimulantes: estuvo allí a finales de la década del 50 y principios de los 60: hippismo,  psicodelia, amor libre, drogas, feminismo, pacifismo, contracultura... Sin embargo, Yayoi llevaba consigo las huellas de una historia familiar terrible, que nunca pudo superar. Su vida y su obra dan cuenta de su enfermedad mental, que tradujo en una obra llena de luz y color, de mundos imaginarios.
Hasta ayer, jamás había oído hablar de esta artista. Leyendo una nota sobre su vida y su obra, descubro que la joven Yayoi fue novia, allá por los '60 y por diez años, del excéntrico Joseph Cornell, el "padre" de la niña amazona. 

"Los puntos son sólidos e infinitos. Son una forma de vida. Sol, luna, estrellas son cientos de millones de puntos. Cada ser humano es también un punto. Los puntos no pueden existir por sí mismos, solo pueden existir cuando se reúnen unos con otros. Admiro completamente su "infinitud" y estoy profundamente conmovida por la grandiosa presencia del universo, que está lleno de un poder misterioso."
Yayoi Kusama







14 de julio de 2013

Mirando caer el sol


Celine: Sigue ahí. Sigue ahí. Sigue ahí. Se fue.


La ansiedad terminó: ayer la vi. 
Después de haber leído "por arribita" (porque no quería conocer detalles del argumento) opiniones tales como "es una maravilla", "si estás mal con tu pareja no vayas porque te separás", "él está espléndido... a ella el paso del tiempo no la trató tan bien", "es una película incómoda", etc.
No voy a hacer una crítica de la película ni nada por el estilo, solo voy a contar algunas de las cosas que me pasaron ayer.

1El momento en que Jesse sale del aeropuerto y se ve a Celine apoyada en su auto, esperándolo (una mujer esperando a su marido, puro cotidiano). Mucha emoción volver a verlos.
2. La escena de Jesse y Celine mirando cómo se pone el sol es perfecta. La síntesis de toda la película. 
3. Contra todo lo esperable... no me identifiqué con esta Celine amarga y densa. No es que tuviera o no razón (probablemente la tuviera), pero me exasperaba su gataflorismo: decime la verdad (pero si no es la que quiero escuchar se pudre todo), decime si me engañste (pero estoy segura de que me engañaste, y si decís lo contrario estás mintiendo), esta relación no da para más (pero vuelvo 3 veces después de dar un portazo), etc. En cambio, me pareció muy contenedora y amorosa la actitud de Jeese, me convenció de cuánto ama a esa mujer. Y si al final recomienza el juego (¿habrá otro amanecer para ellos?) es porque Jesse va a a por ello en cuerpo y alma.
4. Si las películas anteriores me gustaron tanto fue porque no caían en lugares comunes. Esta Celine resentida, que se convierte en una máquina de reclamar, me pareció un lugar común. Hubiera preferido  un trazo menos grueso y previsible.

Cuando salimos de la sala, me quedé pensando si valía la pena esta tercera parte. 
¿Qué buscamos en una ficción? 
¿Queremos saber cómo les fue a Cenicienta y el príncipe o quedarnos con el "fueron felices y comieron perdices"? 
Qué dilema.



4 de julio de 2013

Manos

                                                                Imagen: Liliana Porter


¿Recuerdan las rondas infantiles que hacíamos cuando éramos chicos? Entonces solo reparábamos en la canción o el juego que acompañaban ese movimiento circular colectivo.

Cuando hacemos una ronda siendo grandes, podemos percibir otras cosas. 
Por ejemplo, que ninguna mano es igual a otra. 
Hay manos frías y hay manos tibias, hay manos secas y manos húmedas, manos blandas y rígidas, relajadas y crispadas, grandes y pequeñas, tímidas y osadas, frágiles y firmes, generosas y mezquinas, confiadas y reticentes, despiertas y aletargadas, glotonas e inapetentes.
Hay manos que agarran, manos que sueltan, manos que perciben otras manos, manos que solo se perciben a sí mismas, manos que acarician, manos que lastiman, manos atentas, manos distraídas, manos laboriosas y manos perezosas.
Cuando hacemos una ronda siendo grandes, cada mano habla de lo que somos, de lo que hacemos, de lo que damos y de lo que negamos.

Hagan la prueba.




26 de junio de 2013

Uno quisiera


                                                                  Imagen: Maribel Caro    



Uno quisiera que fuese cierto.
Que por una vez alguien ponga las manos en el fuego por el otro y elija, llegado el caso, quemarse.

Uno quisiera creer que esa mujer de voz temblorosa y resuelta que defiende a su marido sin  fisuras- porque sí, porque es su hombre y lo ama- dice la verdad. Porque uno debería saber con quién comparte la vida, y si uno sabe, debería poder plantarse con esa determinación al lado de su compañero cuando el mundo se viene en contra.

Uno quisiera que fuese cierto. Y que el amor estuviera por encima de las especulaciones canallas, las hipótesis cretinas, las teorías de Los Honestos masticadas durante horas y horas y horas con los restos del horror, con el pellejo de la tragedia.

Uno quisiera que ese hombre sencillo común y corriente, a quien su mujer defiende, su familia defiende, sus vecinos defienden, sea de verdad un hombre bueno, que se ganó por bueno el amor de los suyos.

Uno quisiera que quienes se restriegan las manos deseando que ese amor no sea cierto, que no sea posible la bondad, que no tenga lugar esa lealtad inquebrantable, se equivoquen escandalosamente. Que se atraganten con su veneno, sus miserias, su vida chiquita.

Uno quisiera que la verdad salga a la luz. Y que esa verdad diga que este hombre sencillo, a quien su mujer  ama incondicionalmente, es inocente.

Uno quisiera.
Yo quiero.