Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

31 de diciembre de 2013

Otra vuelta de Tierra


                                                      Pintura: Graciela Bello


Los sueños de nunca acabar
Las flores las piedras los pájaros
Una ventana
El aire limpio de una mañana de sol
El temblor de una hoja en el agua
Los perros los gatos
Las manos de una niña asidas a una hamaca que remonta vuelo
Las ganas de ver qué hay del otro lado de la luna
La mesa de Julio la sonrisa de Erna la carta de Laurie
los amores
islas flotantes sobre un mar sin nombre
Los ensayos de vuelo
Los bares viejos
Los paseos 
Los pasajes
Crainqueville en Villa Santa Rita
Los libros que encontré y los que perdí
Los días ganados
El tiempo que se mueve en espiral 
en zig zag 
a la velocidad de la luz 
el tiempo detenido
Los juegos de palabras
el silencio
Sentir que a pesar de todo, que aun así
Las ganas de creer que otro año, otra vida, otro mundo
Seguir escribiendo ese deseo
cada hora y cada minuto de cada día y cada noche
mientras la tierra gira y gira 
una vez más
gira.




28 de diciembre de 2013

17 de diciembre de 2013

Ahora que ya sos grande ¿qué vas a hacer cuando seas niño?


                                                  Imagen: Pablo Picasso


A pesar de la tarde agobiante, ayer fui a mi clase de movimiento. En un momento, la instructora salió y, unos minutos después, una pelota gigante de color rojo entró rebotando en el salón. A esa le siguieron otras, de diferentes colores: violeta, dorado, azul, verde, naranja... 
La instructora nos dijo que cada uno tomara una esfera y dejara que el cuerpo jugase con ella. Aprovechar el calor, la gravedad y el sostén de la pelota para estirar músculos, masajear distintas zonas del cuerpo, relajarnos. Jugar.
Así que eso hice durante un rato la tarde de ayer.
De fondo sonaba María Elena Walsh.




13 de diciembre de 2013

Erna


                                                  Pintura: Graciela Bello


Hacía calor, habíamos caminado bastante y decidimos hacer un alto en la plaza de Belgrano R. Desde nuestro banco vimos venir a una anciana que avanzaba por el sendero con bastante agilidad, a pesar del bastón y de las vendas que cubrían su pantorrilla izquierda. "¿Quiere sentarse?", le dice O., cuando la señora pasa delante de nosotros. "No, gracias", responde, y agrega con una sonrisa "lo que yo necesito es andar, no quedarme quieta". "Claro, hace muy bien, es bueno caminar".
La señora, de pie frente a nosotros, sigue hablando. Es muy menuda, encorvada y tiene el pelo blanco, finito y liviano como el de un bebé.
"Tengo 90 años", dice. Yo miro sus tobillos hinchados, los dedos de su mano flaquitos y torcidos por la artritis, su cara de gnomo. "Ahora me cuesta más caminar, pero yo salgo igual. No tengo miedo."
Después supimos que vive sola, que tiene una hija que anda "mal de los nervios" y un nieto hincha de Boca. Que vino de Alemania a los 14 años, que era música, que de joven tocaba el acordeón y que se había presentado, con varias orquestas de señoritas, en la confitería Ideal y en la Richmond de Florida. Que actuó en la película Orquesta de señoritas, pero que lamentablemente habían cortado su parte. "Yo era la más joven del grupo, imagínense...ya no queda ninguna", dice riéndose con risa contagiosa.
Seguimos hablando de su barrio, del nuestro (donde ella vivió hace muchos años), de restaurantes y bares, de la música que escucha (clásica y tango, que toca como si fuera argentina), de su acento alemán y de la "r" que nunca logró pronunciar bien, del tiempo, de que lo que más desea es no perder la lucidez.
Cuando O y yo nos levantamos para retomar nuestro paseo, la señora nos pregunta si queremos ver una foto de ella cuando era joven. Mete su mano flaca dentro de una bolsa de supermercado negra, revuelve, saca un monedero. "Acá está", dice, y nos extiende una foto carnet con una veinteañera rubia, con blusita y sombrero, sonriente.
¡"Qué hermosa era!", le digo. Después nos muestra una fotito de la hija y otra del nieto.
"¿Cómo se llama usted?" pregunto. "Erna", contesta riéndose porque no pronuncia bien la r de su nombre.
Nos despedimos, le decimos que fue un gusto hablar con ella.
Erna guarda sus fotos, nos desea felices fiestas y sigue su camino.

Yo pienso en las orquestas de señoritas, en confiterías que ya no existen, en la sonrisa de Erna.





10 de diciembre de 2013

La mesa de Julio




“La Marquesa salió a las cinco”-pensó Carlos López-. ¿Dónde diablos he leído eso?
Era en el London de Perú y Avenida. Eran las cinco y diez. ¿La Marquesa salió a las cinco? López movió la cabeza para desechar el recuerdo incompleto, y probó su Quilmes cristal. No estaba bastante fría.

Así comienza "Los Premios", la novela de Cortázar que narra el fantástico viaje en barco que un grupo de ¿afortunados? ganó en un concurso, y cuya historia comienza en la emblemática confitería de Perú y Avenida de Mayo. Dicen que don Julio escribió la novela en una de sus mesas. Y para ratificarlo ahí estaba, celosamente protegida y señalada con una soguita bordó. 

Hace unos meses, la London cerró sus puertas, no se sabe si transitoria o definitivamente. Era uno de los bares notables pendientes en mi lista y, aunque no llegamos a ir, al menos pude tomar- una noche, volviendo de San Telmo y de El Federal- estas fotos de la mesa de Julio, antes de que el tiempo la vuelva un fantasma , otra mera ficción.














"Me paso la vida sin hacer nada útil, cultivando unos pocos amigos, admirando a unas pocas mujeres y levantando con eso un castillo de naipes que se me derrumba cada dos por tres. Plaf, todo al suelo. Pero recomienzo, sabe usted, recomienzo..."



3 de diciembre de 2013

Temblando


                                                   Imagen: Holger Droste


Temblando
viendo las nubes que pasan
y los árboles debajo de las nubes,
y las aves ateridas en las ramas de los árboles
y los perros de la calle.

Temblando de frío en las alturas
temblando de ausencia
de escarcha
de noche
no queriendo ver lo que se cocina
allá abajo, más abajo, más abajo
no queriendo olerlo ni tocarlo
las manos como guantes de látex derretidos
los párpados cerrados
 el corazón detenido

para no ver
para no seguir viendo

lo que corre
grita
se retuerce
clama
calla
calla
calla
allá abajo.