Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

27 de febrero de 2014

Apocalipsis now


"La casa tenía un aljibe y me gustaba asomarme y bajar el balde para probar esa agua tan fresca y profunda. Una vez se me cayó el vaso, que repicó contra la pared redonda y se hizo añicos en el fondo. Me dio un ataque de apocalipsis, pensé que alguien tomaría agua con astillas y se caería muerto, irremediablemente apuñalado por dentro, agarrándose el cogote con desesperación, desorbitado, y todo por la inmensa culpa mía."

(María Elena Walsh, Novios de antaño.)

Como la niña que narra los hechos en este hermoso libro, a mí también me dan ataques de apocalipsis. Un error nimio o un acto involuntario de mi parte pueden desatar en mi loca cabecita una infortunada serie de consecuencias -de las cuales, por supuesto, soy responsable- cuyas imágenes opacan a la mejor película del género catástrofe. Los intentos por hacer que intervenga la parte racional de mi ser son inútiles: ningún pensamiento lógico logra imponerse a las escalofriantes posibilidades que mi imaginación construye.
Por lo general, otro hecho nimio - el portero que toca el timbre para avisarme que mañana van a cortar el agua, una canción en la radio, la tos del vecino o el afilador que se anuncia en la calle- me rescatan del edificio en llamas o el barco hundiéndose y me devuelven a mi casa, donde como si tal cosa me dispongo a preparar el almuerzo, mirá la hora que es.




Imagen: Liniers


19 de febrero de 2014

Atrapasueños


Foto: Bet Z


La casa es de madera. Venden artesanías, souvenires, cacharritos de cerámica, atrapasueños. Más atrás está el comedor, donde se puede almorzar. En las hornallas de la cocina hay ollas de cobre de las que sale humito, olor a comida rica. Al fondo se ven un corral y una huerta. Salgo de ahí y de golpe pienso: “Estoy en El Bolsón. Estoy soñando". “Entonces puedo hacer lo que quiero”, digo. Y lo hago.
Empiezo a correr y veo cómo a lo lejos comienza a dibujarse la silueta de las montañas. Veo la cima del Piltri,  y a las bandurrias en vuelo rasante sobre mi cabeza. Sigo corriendo, escucho el rumor del agua entre las piedras y llego a la orilla del río, que parece recién pintado con millones de tubitos de témpera azul Prusia. “Estoy en El Bolsón, estoy soñando, puedo hacer lo que quiero”, digo. 
Tal vez estuve allí una hora, un par de días, un año.


Quién sabe cómo corre el tiempo de los sueños. Quién sabe.




13 de febrero de 2014

Ciertas palabras




La palabra lluvia, por ejemplo. 
Es una palabra líquida, delgada, liviana 
que sale de la boca y cae en hebras finas
 hasta estrellarse en el aire. 
Después hay lluvia detrás de las ventanas, 
sobre el mar, en el campo, 
lluvia de distinta intensidad, 
de día o de noche, 
en primavera o invierno. 
Hay infinitas lluvias, 
todas diferentes, 
pero hay
una lluvia sola 
que se deshace en agua 
con solo pronunciarla. 
Lluvia, digo. 

Y llueve mi boca, 
llueve el aire.

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6 de febrero de 2014

Algunas formas del misterio


"El misterio es enorme, infinito, inabarcable. Lo que yo hago es tratar de darle una forma artística al misterio que vemos en la vida, de la misma forma en que un pintor le da entidad a un florero. Mi intención es traducir a una manifestación escénica muchas experiencias que tienen que ver con el mundo del misterio."

Norberto Jansenson, mago.

El ilusionista (1)



El ilusionista (2)







3 de febrero de 2014

Bares Notables. Hoy, doblete: el café Margot y el Bar de Cao.

Los dos pertenecen al mismo dueño  (o dueños): el Margot está en Boedo y el Bar de Cao, en San Cristóbal.

Ambos son preciosos, pero me gusta más el Margot. Corazón de Boedo.

































Fotos: Bet Z


Como en todos los bares notables -salvo algunos como Las Violetas o el Tortoni, que son hermosos pero caros, muy for export-, los precios son accesibles, el café excelente, las medialunas, los sándwiches, las picadas...todo es rico y generoso.