Uno quisiera que fuese cierto.
Que por una vez alguien ponga las manos en el fuego por el otro y elija, llegado el caso, quemarse.
Uno quisiera creer que esa mujer de voz temblorosa y resuelta que defiende a su marido sin fisuras- porque sí, porque es su hombre y lo ama- dice la verdad. Porque uno debería saber con quién comparte la vida, y si uno sabe, debería poder plantarse con esa determinación al lado de su compañero cuando el mundo se viene en contra.
Uno quisiera que fuese cierto. Y que el amor estuviera por encima de las especulaciones canallas, las hipótesis cretinas, las teorías de Los Honestos masticadas durante horas y horas y horas con los restos del horror, con el pellejo de la tragedia.
Uno quisiera que ese hombre sencillo común y corriente, a quien su mujer defiende, su familia defiende, sus vecinos defienden, sea de verdad un hombre bueno, que se ganó por bueno el amor de los suyos.
Uno quisiera que quienes se restriegan las manos deseando que ese amor no sea cierto, que no sea posible la bondad, que no tenga lugar esa lealtad inquebrantable, se equivoquen escandalosamente. Que se atraganten con su veneno, sus miserias, su vida chiquita.
Uno quisiera que la verdad salga a la luz. Y que esa verdad diga que este hombre sencillo, a quien su mujer ama incondicionalmente, es inocente.
Uno quisiera.
Yo quiero.