Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr
23 de septiembre de 2013
Decisiones
Por empezar, no empezó. Ya tendría que haber llegado, pero no está aquí. Quién sabe qué tarea la mantiene ausente, demorada en quién sabe qué detalles, qué ajustes, qué correcciones.
Porque no da igual.
El blanco de los jazmines- el blanco de cada jazmín- no es siempre el mismo. Hay que dar, cada año, con el blanco más blanco del mundo, con el más dulce y a la vez, el más delicado. Hay que decidir- cada vez- el rojo, el verde, el violeta, el lila, el azul, el amarillo, el rosa, el celeste, el naranja. Y después de eso, hay que decidir los matices. Que son infinitos. Infinitos. Y ahí anda la pobre, con las manos desbordadas de colores, de texturas, de formas, de aromas posibles. Mira, huele, toca, y no se decide. A veces cree que lo mejor sería derramar todo de una buena vez, así como está, sin seleccionar nada. Pero tiene miedo. Es tanto. Imagínense, abrir una mañana los ojos y que toda la belleza del mundo nos bañe el cuerpo, nos aturda así, sin límites, excesiva, abrumadora, endemoniada, inasible.
Ay, ella no sabe si podríamos resistirlo. O si los ojos se nos desharían licuados en lilas, y las manos se nos harían agua de azahar, y la piel, espinas sedientas, y el corazón, un manojo de hierba alimonada que el viento convierte en polvo.
Ella está ahí, quietecita, con tanto entre las manos, y no sabe qué hacer.
No la apuremos.
Pero, por las dudas, estemos preparados.
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Siempre aspirando a la totalidad total. Eso vuelve más atractivas a tus palabras, Betina.
ResponderEliminarNo sé si aspiro a "la totalidad total". En todo caso, me gusta fantasear con lo que haríamos en caso de que nos fuera dada la ocasión de experimentarla.
EliminarLo cierto es que, como casi siempre, empecé a escribir este post sin ninguna pretensión filosófica, solo pensé en qué sería de la primavera y su retraso.
Saludos, Luis
Ahhhh, qué belleza de texto, tan suave y perfumado.
ResponderEliminarPor mi jardín pasó, y dejó las efímeras flores del ciruelo y algunos tímidos azahares... Te los regalaría, pero acá no puedo. Así que buscálos en Razón del Gusto. Van a estar ahí para vos, Betina.
Gracias por el elogio y, sobre todo, por el hermoso regalo en tu blog.
EliminarUn abrazo, Eleonora.
Mire usted... me gusta que el invierno se resista a irse... y no es por contrariarla... es que soy así... Un abrazo.
ResponderEliminarYa veo, ya veo... muy interesantes los latigazos en su nido de serpientes.
EliminarUsté porque es un rebelde y un eremita :)
Abrazo, Darío
Preparados para recibirla o no, la belleza nunca deja de sorprendernos. Como la de estas delicadas palabras tuyas.
ResponderEliminarNo lo había pensado así, pero es verdad: una cualidad de la belleza es que nos toma por sorpresa;cuando nos sale al paso, la admiración siempre se une al asombro: "¿Cómo es posible"? .
EliminarAh, y gracias.
Un abrazo, Rob
Por cada amante impuntual, hay un amante impaciente.
ResponderEliminarYa llega. Ya viene.
Y como todo amante, después se va.
La espera, la impaciencia, el deseo, son parte del asunto.
EliminarY quién te quita lo bailado...
Mi lazo de amor, un lazo de amor de departamento (un brote robado de la escuela donde fui a votar, hace ya años) ha dado hijos, y una rama larga que se acerca a la ventana. La rama -que se estira y estira- está llena de florcitas y capullos blancos. ¿Cómo harán los insectos para acercarse, cómo sabrán que acá hay una planta sedienta que los espera?
ResponderEliminarYo también tengo un brote robado del baño de un bar :)
ResponderEliminarNosotros no sabemos cómo harán, pero ellos seguro que sí saben.
http://lunavalencia.blogspot.com.ar/2012/05/actividad-de-los-paisajes.html
Doña Primavera, tan colorida e indecisa, debe estar emperifollándose para nosotros... Se hace rogar como una novia.
ResponderEliminarEl texto es un preanuncio de su llegada y parece reverdecido. Me gustó mucho.
Un abrazo!
Más le vale llegar con todos los perifollos, con esta espera fría y húmeda que nos hace pasar!
EliminarMe alegra que te haya gustado!
Gracias Sinhue, un abrazo.
Derramar la belleza entera, eso conseguís en este relato, Betina. De lo mejor que leí en este blog y en todos los demás. Un beso desde Suspende.
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