Pintura: Duy Huynh
Antes de que ella naciera, el mundo solía girar a una velocidad inaudita. Tan rápido, que todo se caía: las personas, los animales, los árboles, los mares, todo salía disparado por una gran fuerza centrífuga. Poco después, el mundo recuperaba su ritmo normal, pero no duraba mucho: cuando menos lo esperaban, la Tierra empezaba a girar enloquecida y sobrevenía un nuevo fin.
Apenas nació, ella se incorporó y se paró firme sobre sus dos pies.
Y sus dos
pies se pararon firmes sobre el mundo.
Y moviendo sus pies con cuidado-un poquito
más para acá, un poquito más para allá- ella descubrió que podía controlar el
movimiento del mundo.
Así, cada vez que el mundo comienza a girar enloquecido, la equilibrista mueve sus pies- un poco para allá, un
poco para acá-y logra retener a las personas, las casas, los árboles y los mares en su
lugar.
Ella
quisiera descubrir cuál es la velocidad exacta, qué giro perfecto haría que todo esté realmente donde debería estar. Y aunque no sabe si alguna vez logrará descubrirlo, cada día se ocupa de mover sus pies: un poco más para acá, un poco más
para allá.