Imagen: Franck Juery
XXXII
Veo cómo se pone el
sol, por segunda vez. Por ahí Guelderodhe también lo está viendo. O quizás ya
emigró a la otra punta del planeta y está viendo cómo sale.
En fin. Habrá que
prepararse para la noche, para el sueño, para el puente. Podría usar el
diccionario como almohada. O podría...
Busco desesperada
entre las vías. Pateo piedras, bollitos de papel, monedas. Sigo caminando. Pateo pasto, boletos viejos, más piedras, un pedazo como de carbón. Ajá.
Saco el papel de
adentro del diccionario, lo leo una vez más. Luego lo doy vuelta y escribo:
“Estoy en el puente.”
Coloco de nuevo el
papel adentro del diccionario.
Me encamino hacia el
tren.
XXXIII
Subo los escalones
como una duquesa. Camino con paso firme y desafiante hasta mi asiento, controlo
que el papel siga adentro del diccionario, dejo el diccionario en el asiento.
La bestia no se
mueve. Parece dormir el sueño de los héroes o de los tontos. Parece un resto
fósil, una pieza de museo. ¿Y si se hubiera acabado? ¿Y si decidió que ya es
suficiente? Me quedo como clavada al piso, me transpiran las manos. Mierdra,
digo solidarizándome con el padre Ubú. ¿Y si me deja aquí varada, con mi
babero, en el culo del mundo?
Me juego el todo por
el todo y me siento. Espero. Por la ventanilla miro el andén, cada vez más
impreciso.
No nos movemos.
Intento no perder la
calma. Me está poniendo a prueba. Mide fuerzas. Quiere ver hasta dónde aguanto,
quiere verme atravesar todos los vagones suplicando, quiere enloquecerme para
convertirme en su esclava.
Dios mío, no me
sometas al cautiverio ferroviario de esta ballena cretina, castigá su
prepotencia y su soberbia, demostrale lo que son tus criaturas, olvidate de
Eva, ayudame.
XXXIV
Afuera ya es de
noche. Me levanto despacio, camino lentamente hasta la puerta. Antes de bajar
miro en la oscuridad, a través de la larga hilera de vagones. No distingo el
comienzo, la cabeza dormida. Le pido perdón, de todas formas.
Me bajo.
(Continuará)
Alguna vez escribí unas páginas que pretendían ser novela (todavía me río) acerca de un tipo que despertaba en una pequeña vivienda en medio de la nada. Y recorría esa estepa semidesértica tratando de encontrar o recordar algo que explicara por qué estaba allí. Mientras tanto, el tipo iba haciendo una vida, al estilo Robinson.
ResponderEliminarDe alguna manera, estos últimos capítulos me hicieron acordar a aquél proyecto. Ella, en una estación ferroviaria en medio de la nada, tal vez atrapada en un sueño que por alguna razón se ha detenido.
Voy a retomar aquella historia, me parece…
Salú!
¿Viste París Texas?...El comienzo de la película, cuando Travis (un sublime Harry Dean Stanton) deambula por el desierto, solo, con su traje negro y y su gorrita roja, caminando con determinación por el medio de la nada en busca del "grado cero" de su existencia, es fascinante, puedo verlo mil veces y siempre me provoca la misma conmoción.
EliminarMe parece una gran idea que retomes, me gustan tanto esas historias...
Salú, Hermes!
Pareciera que el puente fuera la nueva guía.
ResponderEliminarCelebro la aparición de Guelderodhe.
Una vez te dije que un posteo tuyo me recordaba a Moebius.
También te dije que la Nouvelle me evoca otra cosa. Pensé en Bourroughs en su momento. Hay algo en el ambiente descrito, y en la sucesión de curiosidad, entusiasmo resignación y espera que me suena familiar.
Está buena la historia. Bien escrita y bien descrita.
Seguimos als entregas.
Ub beso
PD: la foto de las partes XVii y XVII está muy buena. ¿La sacaste vos? ¿Tiene algún efecto?
Sí, y también puede ser un lugar de "resistencia" al poder que el tren pareciera ejercer...
EliminarGuelderodhe hizo lo que tenía que hacer y luego siguió su camino (pájaro que cumplió, voló). También a mí me gustó su irrupción en la historia.
Gracias por los elogios y sobre todo por el acompañamiento.
Un beso
ps: ¿te referís a la que muestra una noche estrellada? ... esa no es mía y no encontré datos del autor.