Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

21 de febrero de 2013

La luna de Valencia (21, 22 y 23)



                                                       Imagen: Liliana Porter
 
XXI

Como si fuera posible.
Con las rodillas apretadas contra el pecho y las piernas encogidas. Como un bicho bolita. No consigo dejar de tiritar, ni de que me castañeteen los dientes. No sé cuánto más voy a soportarlo. No sé por qué página ando, ni si encontraré un abogado a esta hora para redactarle mi testamento:
“Érase una niña perdida en un planeta desconocido.”
“Había una vez una viejita con babero, que olvidó el significado de todas las palabras.”
“Allá lejos y hace tiempo vivía una mujer que un día se despertó convertida en una extranjera.”
No sé cómo sigue. Juro que quisiera poder relatar los hechos con introducción, nudo y desenlace, pero sólo se me ocurren introducciones que no terminan en ningún lado.
Que alguien se haga cargo.
Yo estoy de viaje.


XXII
Vagar:// andar sin hallar lo que se busca. //Andar una cosa sin el orden que regularmente debe tener.
Vera efigies. expr. lat. : imagen verdadera de una persona o cosa.

Los perros, al menos los que conocí, no se reconocen en los espejos. No sé qué verán, pero el asunto es que se quedan ahí, atravesando con su mirada la imagen que está del otro lado como si fuera invisible. Con las fotos, el problema es que, al congelar una imagen, anulan todas las demás. Cuando miro un álbum, ninguna foto me trae recuerdos, porque todos los recuerdos posibles se reducen a esa imagen que, de tan definitiva, termina convirtiéndose en una realidad en sí misma, artificial, pactada, fuera de contexto. Lo que precedía a esa escena o lo que la continuaba, deja de existir. Me parecen una falsificación, un simulacro. Un tiempo inmóvil que deja de respirar y es como un muerto maquillado, una figurita, una mentira.
Siempre me defendí argumentando que no era fotogénica, pero la verdad es que cualquier foto me convierte en un perro desorientado, preguntándose qué habrá del otro lado del espejo.

Es mi cumpleaños y la torta es demasiado grande. Llegan Marcia y Lelia. No me alegra demasiado verlas.
Debo conseguir una cinta roja para ponerme en el pelo.
Me saco las botas negras y me pongo un par de zuecos.
Una avenida. Los autos se detienen. Avanza una gorda con un pañuelo en la cabeza y dos hijos pequeños. Se acerca a uno de los autos. Insulta a un presumible marido. Lo humilla y le enumera sus deberes incumplidos. El presumible padre y marido (pelado y con bigotes) se baja del auto y abre el baúl. El baúl aspira a la gorda y la va compactando, hasta que al final sólo queda una especie de fotografía de ella, sobre la cual se cierra el baúl.
Luz verde. Antes de cruzar, me cambio los zuecos por otros zuecos. Mi casa debe estar llena de gente para celebrar mi cumpleaños y yo sigo sin encontrar una cinta roja.

 XXIII
Abro los ojos despacio. Giro la cabeza, y entonces te veo. Estás dormido. Acerco la cara y siento tu respiración sobre mi boca. Te doy un beso, me aprieto contra vos. Permanecés inmóvil. Te digo que perdí la cuenta, el tiempo, las palabras. Que el babero no alcanza, que la noche es demasiado larga, que me mires. Te pido que me mires. No te movés. Seguís dormido, plácidamente.
Una imagen detenida, una mentira.
Trato de sacudirte pero es como si pesaras doscientos kilos, no se te mueve un pelito, un músculo.

Me despierto. Soñé que me despertaba. No percibo ninguna diferencia entre la realidad del sueño y esta, salvo que el asiento de al lado está vacío.
Como si la realidad también pudiera ser una sucesión de fotos.
Como si la realidad fuera un perro atravesando un espejo.


(Continuará) 

6 comentarios:

  1. Mañero, el hombre.

    Yo no soy muy fotero, pero tengo una idea diferente de las fotos personales o de seres queridos. Creo que sí se pueden atravesar, y que cobran vida.

    Realidad, sueño, ¿será que todo se reduce a percepción?

    Cariños, Betina

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  2. Me encantó leer estos capítulos! Tengo que buscar el primero para empezar desde el principio esta "nouvelle".

    Con respecto a la fotografía, ese instante solitario, real o ficticio, tengo una frase en la cabecera de mi blog, de Jean-Claude Lemagny que dice:

    "En el corazón de la fotografía está la poesía de la huella, del vestigio. Algo pasó por ahí, dejó una huella: imaginen."

    Creo que es esa ambigüedad en la fotografía, la que encanta y fascina. Ese algo que fue, pero que tal vez no fue tan así.

    Sabés Betina, que realmente soy de madera con las palabras, pero una vez, mirando una foto, me atreví a escribí un pequeño texto que si querés, con un poco de vergüenza, te digo que podés leer siguiendo el enlace: Pricioneras del tiempo

    Besos!

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  3. Qué bueno que te gustaron, Laura! Si vas a la etiqueta que dice "nouvelle", encontrás todos los capítulos.

    Me encantó la frase de Lemagny, es muy hermosa... Gracias por compartirla.
    Es muy interesante lo que decís sobre la ambigüedad de la fotografía..."ese algo que fue, pero que tal vez no fue tan así". En lugar de ser una "realidad definitiva, sesgada" como de algun modo las veía yo, pasan a ser otra cosa (lo que se ve... y lo que late allí, el corazón, lo que intuimos que pudo ser...).

    Ya me voy a leer tu texto!

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    1. Volví. Tal vez te sientas más cómoda con las imágenes que con las palabras, pero las que escribiste en ese texto no son "de madera", son palabras sugerentes, delicadas e inquietantes.

      Gracias por dejarme leerlas, un abrazo!

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    2. Todo el libro "la sombra y el tiempo" de Lemagny, es muy lindo!

      Gracias a vos, por leerlas :)

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