XVI
Fin: término o remate de algo. // Objeto o
motivo con que algo es ejecutado.
Cuando terminaba de ver una película o de leer un cuento, siempre
desconfiaba. La muerte del héroe, o la boda, o el crimen resuelto, o el
suicidio.
Y después qué. Y a los costados qué. Y sobre todo para qué.
Parece que se acabó. Sin túnel, sigo sin principio ni fin (mucho menos
“objeto” o “motivo”), pero recuperé los márgenes. Que no me reservan grandes
sorpresas, pero al menos se dejan ver. Como una película que pasa a toda
velocidad, sin detenerse en anécdotas, personajes, ni conflictos. Como un
rollo velado. Como una sucesión de cuadros donde entra más o menos luz, ningún
sonido, ninguna imagen. La mejor película de mi vida.
Y gratis.
Camino
acompañada por otra mujer, por calles de piedra, con puentes de piedra. Se
acerca una procesión de hombres y mujeres jóvenes. Las mujeres llevan una vara
larga con un trozo de gasa de diferentes colores en los extremos. Las varas
dibujan en el espacio el contorno de un pez, lleno de escamas fosforescentes.
Se acompañan con instrumentos musicales. Cuando se interrumpe la música, todos
se detienen. Cada hombre toma a una mujer de cualquier parte del cuerpo. Si la
vara que ella sostiene queda al alcance de su mano, se la cede: ganó el varón.
Si no, ella continúa danzando.
Me uno a la procesión. Soy tocada por muchas manos, muy
suavemente. Los movimientos son delicados, sensuales.
Mi amiga desaparece.
XVII
Me despierto con
un rayo de sol en el centro del pecho. Estoy caliente.
Me desprendo
despacio los botones de la camisa, me la saco.
Extiendo el brazo fuera de la
ventanilla, sosteniendo la camisa entre
los dedos índice y pulgar, como una bandera blanca. La camisa se agita, tiembla,
baila enloquecida. El viento se acomoda en mi nuca, recorre mi espalda y mis
pechos, tengo el sol metido en el estómago, la vida me sonríe, los pajaritos
cantan y la camisa se suelta de mi mano.
Dios mío, no te
lleves mi camisa, es casi una niña, todavía tenía tanto por mancharse, por
arrugarse, por ser feliz.
Carajo.
Saco el pañuelo del
bolsillo trasero del jean. Está todo arrugado pero sequito. Lo estiro con las
manos, me lo ato con un nudo atrás de la nuca.
Qué bonita ella con
su babero.
Estoy cansada.
Estoy vieja.
Una vieja con
babero. Y con un diccionario.
XVIII
Baboso/sa:// que carece de edad o
condiciones para lo que intenta.
A la vejez, viruela.
Dios mío, te prometo que voy a leer más páginas, que
voy a ir más rápido... No, eso no depende de mí, el tren hace la suya y ni
siquiera sé si depende de él, ya viste lo del túnel, yo creo que él tampoco
quería pero es así, somos juguetes en manos del destino, perdón, somos juguetes
en tus manos. Dale, un poquito más de cuerda, qué te hace, por ahí no falta
tanto, por ahí ya estamos cerca de alguna estación.
(Continuará)
El recorrido de este diccionario, en ocasiones me envuelve...Un abrazo.
ResponderEliminarLa camisa me evocó las gasas de la danza. Me gustó ese ritual.
ResponderEliminarSeguimos viajando...
Beso