Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

22 de febrero de 2013

La luna de Valencia (24, 25 y 26)

                                                
                                                                                                                                     Imagen: Violeta Millan
XXIV 
La olfateo.
No es un olor en particular, sino más bien un agujero, una suspensión de los olores que viajan conmigo (olor a tierra seca y caliente, a metales, a humedad, a arroyos estancados, a vaca.) Como si ellos también se detuvieran y esperaran.
Está cerca. Me pongo un poco nerviosa, me plancho el babero con la mano, me acomodo el pelo, qué sé yo. Nunca se sabe.
Ahí está. El reloj marcando una hora anacrónica, la rejita de la boletería, los bancos de madera con la pintura descascarada, la caca de perro, los paquetes de puchos vacíos. Es como llegar a casa. Como si la misma casa apareciera y desapareciera una y otra vez, en cualquier lugar del viaje.
Como una pesadilla.

XXV 
Lo veo apenas piso la estación. Un puente de metal rojo. Tan alto, tan ancho, tan fuerte. Me tienta. Dios mío, concedeme unos minutos de gracia.
Pongo el pie en el primer escalón.
El tren no se mueve.
El pie en el cuarto, en el quinto.
El tren sigue ahí.
Sigo subiendo. El corazón me late muy fuerte, siete, ocho, nueve, sigue ahí, doce, trece, catorce, quince, sigue, dieciocho, diecinueve, veinte, sigue todavía, veinticinco, veintiséis, veintisiete, llegué.

Me asomo con cuidado, miro. Atrás quedó un campo de girasoles. Tan contentos, tan amarillos. Como si estuvieran listos para ir a una fiesta. Pero pasa el tiempo y nada. Y llega la noche. Otra vez será, piensan. Doblan las cabezas y sueñan. Sueñan con polvos dorados, con perfumes exóticos, con coronas de nácar. Sueñan con el viento que los roza como si fueran vírgenes y con enormes pájaros que llegan del mar, sacuden las alas sobre sus cabezas y se van. Chupan las gotas de sal, los girasoles borrachos. Después se despiertan. Y entonces, otra vez los preparativos, otra vez estar listos  para una fiesta que no llega nunca, otra vez la espera, la alegría de la espera.

Como el sorteo del Gordo de Navidad, como los eclipses, como los carnavales, como los aeropuertos.
Dónde es la fiesta.
Por favor, que alguien me diga dónde es la fiesta.

XXVI

 
Sigue ahí, abajo. Todo largo, todo blanco y pesado. Quieto. Adentro están mis botas y mi diccionario. No te hagas el vivo. No te hagas el muerto, porque sé que me estás escuchando. Tragué mucha tierra y me duelen el cuello y el culo. Tengo un babero en lugar de camisa y el pelo todo revuelto. Qué más querés. Cuánto más querés. Me voy a quedar en este puente todo lo que se me cante ¿entendiste? Y vos te vas a quedar ahí, esperándome. Vas a prepararte para el viaje, vas a soñar con el viaje, el viento, la sal, la velocidad. Vas a estar pendiente de cada uno de mis movimientos, vas a aprender lo que es la espera y me lo vas a agradecer, porque cuando me suba, va a ser la fiesta.
Aunque estés soñando. Aunque nunca me baje de este puente.


(Continuará)


6 comentarios:

  1. Está guenísimo, es una lástima que el blog no sea un libro de papel y que los capítulos sean entradas que hay que esperar, como el tren a la niña que no quiere bajar del puente.
    Me parece que la niña está empezando a darse cuenta de quién gobierna este sueño (o este mundo).
    Espero que no se la pegue contra sí misma.
    Un beso, B.!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué lindo elogio, don Hermes, más no puedo pedir!
      Igual, también ta güeno esperar la próxima entrega, le aporta expectativa y emoción al asunto, como con los viejos folletines o las historietas de "continuará"...

      Yo también creo que, recién ahora, ella empieza a comprender quién tiene la sartén por el mango. Pero no te puedo adelantar qué va a hacer al respecto, eso lo irás sabiendo en las próximas entregas de esta apasionate aventura (pedísela a tu canillita amigo!)

      Un beso, mensajero!

      Eliminar
  2. "¿Para qué hay que esperar?" ♫ ♫

    A pesar del sentido circular de este texto, y de la última frase, da la impresión de que se avicina algo grosso (o pasará como con los girasoles?)

    Un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Uy, no identifiqué a qué canción aludís...

      Todo puede ser, caballero, todo puede ser...

      Un beso, ojo

      Eliminar
  3. Es cierto, Betina, a esta altura, quisiera La luna encuadernada para poder pasar las hojas hacia atrás y releer... es cierto que puedo bajar en el blog pero no es lo mismo!
    Y qué lindo lo que dice la narradora de los girasoles... cómo me gustan los girasoles...
    Un abrazo grande, amiga de la patria del Blog!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Eleonora, es tan alentador y gratificante lo que decís!

      Son lindos los girasoles, y apuesto: ¿a que también te gustan las margaritas, los jazmines, las violetas...?

      Otro abrazo, un placer haberte encontrado en esta "patria".

      Eliminar