XXI
Como si fuera posible.
Con las rodillas apretadas contra el pecho y
las piernas encogidas. Como un bicho bolita. No consigo dejar de tiritar, ni de
que me castañeteen los dientes. No sé cuánto más voy a soportarlo. No sé por
qué página ando, ni si encontraré un abogado a esta hora para redactarle mi
testamento:
“Érase una niña perdida en un planeta
desconocido.”
“Había una vez una viejita con babero, que
olvidó el significado de todas las palabras.”
“Allá lejos y hace tiempo vivía una mujer que
un día se despertó convertida en una extranjera.”
No sé cómo sigue. Juro que quisiera poder
relatar los hechos con introducción, nudo y desenlace, pero sólo se me ocurren
introducciones que no terminan en ningún lado.
Que alguien se haga cargo.
Yo estoy de viaje.
XXII
Vagar://
andar sin hallar lo que se busca. //Andar una cosa sin el orden que
regularmente debe tener.
Vera
efigies. expr. lat. : imagen verdadera de una persona o cosa.
Los perros, al menos los que conocí, no se
reconocen en los espejos. No sé qué verán, pero el asunto es que
se quedan ahí, atravesando con su mirada la imagen que está del otro
lado como si fuera invisible. Con las fotos, el problema es que, al congelar una
imagen, anulan todas las demás. Cuando miro un álbum, ninguna foto me
trae recuerdos, porque todos los recuerdos posibles se reducen a esa imagen
que, de tan definitiva, termina convirtiéndose en una realidad en sí misma,
artificial, pactada, fuera de contexto. Lo que precedía a esa escena o lo que
la continuaba, deja de existir. Me parecen una falsificación, un simulacro. Un
tiempo inmóvil que deja de respirar y es como un muerto maquillado, una
figurita, una mentira.
Siempre me defendí argumentando que no era
fotogénica, pero la verdad es que cualquier foto me convierte en un perro
desorientado, preguntándose qué habrá del otro lado del espejo.
Es mi cumpleaños y la torta es demasiado
grande. Llegan Marcia y Lelia. No me alegra demasiado verlas.
Debo conseguir una cinta roja para ponerme
en el pelo.
Me saco las botas negras y me pongo un par
de zuecos.
Una avenida. Los
autos se detienen. Avanza una gorda con un pañuelo en la cabeza y dos hijos
pequeños. Se acerca a uno de los autos. Insulta a un presumible marido. Lo
humilla y le enumera sus deberes incumplidos. El presumible padre y marido
(pelado y con bigotes) se baja del auto y abre el baúl. El baúl aspira a la
gorda y la va compactando, hasta que al final sólo queda una especie de
fotografía de ella, sobre la cual se cierra el baúl.
Luz verde. Antes de cruzar, me cambio los
zuecos por otros zuecos. Mi casa debe estar llena de gente para celebrar mi
cumpleaños y yo sigo sin encontrar una cinta roja.
XXIII
Abro los ojos despacio. Giro la cabeza, y
entonces te veo. Estás dormido. Acerco la cara y siento tu respiración sobre mi
boca. Te doy un beso, me aprieto contra vos. Permanecés inmóvil. Te digo que
perdí la cuenta, el tiempo, las palabras. Que el babero no alcanza, que la
noche es demasiado larga, que me mires. Te pido que me mires. No te movés.
Seguís dormido, plácidamente.
Una imagen detenida, una mentira.
Trato de sacudirte pero es como si pesaras
doscientos kilos, no se te mueve un pelito, un músculo.
Me despierto. Soñé que me despertaba. No percibo ninguna diferencia entre la realidad del sueño y esta, salvo que el asiento de al lado está vacío.
Como si la realidad también pudiera ser una
sucesión de fotos.
Como si la realidad fuera un perro atravesando
un espejo.
(Continuará)
Eterno vagar...
ResponderEliminarMañero, el hombre.
ResponderEliminarYo no soy muy fotero, pero tengo una idea diferente de las fotos personales o de seres queridos. Creo que sí se pueden atravesar, y que cobran vida.
Realidad, sueño, ¿será que todo se reduce a percepción?
Cariños, Betina
Me encantó leer estos capítulos! Tengo que buscar el primero para empezar desde el principio esta "nouvelle".
ResponderEliminarCon respecto a la fotografía, ese instante solitario, real o ficticio, tengo una frase en la cabecera de mi blog, de Jean-Claude Lemagny que dice:
"En el corazón de la fotografía está la poesía de la huella, del vestigio. Algo pasó por ahí, dejó una huella: imaginen."
Creo que es esa ambigüedad en la fotografía, la que encanta y fascina. Ese algo que fue, pero que tal vez no fue tan así.
Sabés Betina, que realmente soy de madera con las palabras, pero una vez, mirando una foto, me atreví a escribí un pequeño texto que si querés, con un poco de vergüenza, te digo que podés leer siguiendo el enlace: Pricioneras del tiempo
Besos!
Qué bueno que te gustaron, Laura! Si vas a la etiqueta que dice "nouvelle", encontrás todos los capítulos.
ResponderEliminarMe encantó la frase de Lemagny, es muy hermosa... Gracias por compartirla.
Es muy interesante lo que decís sobre la ambigüedad de la fotografía..."ese algo que fue, pero que tal vez no fue tan así". En lugar de ser una "realidad definitiva, sesgada" como de algun modo las veía yo, pasan a ser otra cosa (lo que se ve... y lo que late allí, el corazón, lo que intuimos que pudo ser...).
Ya me voy a leer tu texto!
Volví. Tal vez te sientas más cómoda con las imágenes que con las palabras, pero las que escribiste en ese texto no son "de madera", son palabras sugerentes, delicadas e inquietantes.
EliminarGracias por dejarme leerlas, un abrazo!
Todo el libro "la sombra y el tiempo" de Lemagny, es muy lindo!
EliminarGracias a vos, por leerlas :)