Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

17 de febrero de 2013

La luna de Valencia (11 y 12)


XI

                        Lujuria 
                        Lumbago 
                        Llapango,ga; Ec. adj.: descalzo/za


Las botas están llenas de agua de lluvia. Estoy empapada, ¿pero en qué momento?...  De todos modos, no sirve de mucho que ahora cierre la ventanilla. Sobre llovido, llovido. No, no era así. Va fangulo. 
Debe ser el mediodía. Es una apreciación inútil porque no tengo cómo saberlo y además no me interesa saberlo.


Saco un brazo afuera. La lluvia me cuelga como flecos, me peina los pelitos del brazo, lo mantengo extendido y arrastro una cortina de agua se desplomó sobre la ciudad, sorprendiendo a los desprevenidos transeúntes
Hace tanto que no leo un diario. 
Nunca leí un diario. Miraba la página de los chistes y consultaba el horóscopo, aunque ninguna de las dos cosas me deparara grandes satisfacciones. “Deparar” es una palabra bastante horrible por otro lado, y ni hablemos de satisfacciones.

Pero no vendría mal, aunque sea, los clasificados.




Siempre que llovió, paró -sí, creo que era así-. 
A ver si en esta estación encuentro un capataz de limpieza, de 25 a 35 años y sobre todo, con experiencia.



XII

Como si hiciera falta.  
De qué me sirve, si no tengo la agenda. Además, siempre me dio un poco de asquito. Quién sabe qué oreja se apoyó, qué dedo se metió en el agujerito, qué boca dejó su baba transparente disimulada entre los orificios redondos. El cospel me mira con mirada hepática desde la palma de mi mano. Abajo hay un número: 481. Si hubiera una agencia podría jugarlo al loto o a la quiniela. Tal vez me sonreiría la fortuna que, como la luna, es mina y solidaria, aunque no sé si gorda. Entonces podría vivir como una reina, hacer obras de caridad, comprarme el Diccionario de la Real Academia y regalarle al hijo de la sirvienta el del lomo azul, gordito. 
Criaturita de Dios.



Gracias Dios mío por haber hecho que salga el sol y que mi camisa esté casi seca, y mis jeans casi húmedos.

RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING
RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING
RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING

Suena un teléfono público. Pero eso solo sucede en las películas.

RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING
RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING
RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING

Ok.

RIIIIIII...
-Hola.

-Por fin.

-(Sonrisa)

-¿Estabas ocupada?

-No. Estaba pensando en lo que haría si tuviera mucho dinero.

-¿Y?

-Nada que valga la pena.

-Ya me imaginaba.

-¿Qué silbabas el otro día?

-La de Lou Reed.

-Ya me imaginaba.

-Te creés muy viva.

-No. Soy muy viva.

-Y yo, un pelotudo.

-¿Por?

-Porque me distraje.

-Otra vez será.

-Quién sabe.

-Sí. Quién sabe.

-Tengo una sola ficha, se va a cortar.

-Yo tengo una, si querés te presto.

-Sos muy viva.

-No, una pelotuda.

-¿Por?

-Porque no traje la agenda y, si se corta, no voy a poder llamarte.

-Boba.

-Hueñi.

-¿Qué?



TUTUTUTUTUTUTU


(Continuará)


 

6 comentarios:

  1. Mmmm, qué bueno, apareció el hueñi, y la cabina telefónica y todo se está poniendo muy Boris Vian, me encantá, espero más.

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    1. A mí me encantó lo de "todo se está poniendo muy Boris Vian" (imagino esa frase aplicada a tantas situaciones...).

      El tren sigue su marcha, hay más en breve.

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  2. Yo hubiese preferido que la lluvia continuase...

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    1. Pero, en ese caso, en lugar de "siempre que llovió paró" el dicho debería ser "siempre que llovió a veces siguió" y capaz sería medio confuso...
      :)

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  3. Seguro que esta vez le llegó el significado de "hueñi"

    Un beso.

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    1. ¿Vos decís?... Puede ser, quién sabe...

      Un beso

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