Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

14 de febrero de 2013

La luna de Valencia (1, 2 y 3)


Imagen: Liliana Porter
           
- Vamos- dijo-. Vayamos hasta el fin.
                               Boris Vian, El otoño en Pekín

Y de todos modos,
¿qué hora es?
¿Hay algún pensamiento
que sea mi aliado?
                                  Sam Shepard, Crónicas de motel


Tan lentamente se volvió, tan lentamente llegaba,
tan lentamente y sin saber por qué, el fin de tanto viaje.
                                                                Vlady Kociancich, El templo de las mujeres




I

Como si viajara en tren, amnésica y con un diccionario.

Como si abriera en cualquier página y leyera “auca”, “audacia”, “auspicio”, y eso significara tanto para mí como el número de asiento -ventanilla- que me tocó en suerte.

Como si los rieles se fueran construyendo a medida que el tren avanza.

Como si todo el paisaje se redujera a tajos de luz que entran y salen, entran y salen.

Como si nada.

Como si tal cosa.

Cómo.

Sí.

Yo no saqué el pasaje, yo no elegí el asiento, yo no me subí, yo no fui. 

Tengo ganas de hacer pis. 

Me levanto, busco el baño. 
El tren resopla. 
Frena bruscamente. 
Miro por la ventanilla. 


Afuera, en el andén, estás vos. 
Me ves. Sonreís.
Me bajo.       
                                                                                           
                                                                                                                                           
II


-¿Qué tal el viaje?
-Largo.
-¿Encontraste algo?
-“Auca”.
-¿Y?
-Oca, ansar y juego.
-¿Nada más?
-Dícese de unas tribus indias nómades que recorrían la pampa argentina y las tierras chilenas, entre el Maipo y el Bio Bio.
-Ah.
-Sí.
-Bajate la bombachita.
-¿Qué?
-¿No me oíste?
-Sí.
-Estás linda.
-Ya lo sé.
-Vení.


  III


Como si fuera tan fácil. 

Sin walkman, sin pilas, sin memoria.
Menos mal que me queda un atado de cigarrillos.



                                                                                                                             (Continuará)


10 comentarios:

  1. Me subí a ese tren...
    te leo, te sigo...
    disfruto del viaje, y espero...

    Un abrazo.

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    1. Es una extraña y reconfortante sensación sentirme acompañada en este viaje.
      Gracias, Víctor, un abrazo

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  2. Salgo de laburar, y me encuentro con que el tren ya partió.
    Una carrerita. Lo diviso en la segunda estación, esperando poder subir.
    ¿Los rieles se van construyendo a medida que el tren avanza, o o estuveiron siempre ahí? Todo es tan relativo...

    Un beso

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    1. Es que este es un tren muy particular: viaja sin rumbo, por rieles que se construyen a medida que avanza, y con pasajeros que se suben sin saber bien adónde van... :)

      Besos, ojo, espero que tengas un buen viaje

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  3. Yo, que siempre he amado los trenes, ¿cómo podría dejar de subirme justamente a éste?

    Viajemos por el placer del viaje mismo.

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    1. Yo también siento que los trenes, a diferencia de otros medios de transporte, ejercen una atracción singular. Evocan algo del pasado... escenas leídas o vistas en innumerables películas, aventuras, historias de suspenso, crímenes, romances, encuentros, despedidas...

      Esa es la idea: viajemos entonces.

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  4. Los rieles, sí, se van construyendo a medida que el tren avanza, Betina. Pienso así sobre todas las cosas. También sobre la escritura. Los rieles se van construyendo a medida que el tren avanza. Pero donde se ponen los pies desaparecen los caminos. Un beso para vos. Luis de Suspendelviaje (porque se fueron todos los trenes).

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    1. También creo que, en general, la escritura- como los rieles- se va construyendo a medida que avanza. Sin caminos previos. Este relato, en particular, nació de una manera azarosa (una frase en mi cabeza) y creció igual; en ningún momento del viaje- escritura me pregunté adónde iba, ni me importó saberlo. Fue un juego y, como tal, lo comparto (uno más de mis "juegos de palabras", como suelo llamarlos).

      Un beso

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