Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

25 de marzo de 2014

Memoria del reino


Pintura: Johnny Palacios Hidalgo



En la calle, con los chicos y chicas del barrio jugábamos a la mancha, al patrón de la vereda, a las estatuas, a las esquinitas, a la rayuela, a pisa pisuela. Las chicas, además, jugábamos a la soga y al elástico. En casa, sola o con mis amigas jugaba a la maestra, a la mamá, a la empleada de boutiqueTambién fui empleada de una cartelera (para lo cual recortaba prolijamente la sección de espectáculos del diario y la iba abrochando día a día hasta armar un cuadernillo, que consultaba según los pedidos de mis clientes). 
Después estaban los juegos improvisados, sin reglamentos. Por ejemplo, jugar a disfrazarse. No de algo en particular- como una princesa o una bruja-, sino de cualquier cosa que no fuera lo que uno era. Por ejemplo, de grande. Disfrazarse era ponerse ropa de nuestras madres, sus anillos, collares y pulseras, usarle las pinturitas (el rouge, las sombras, el rímel) e ir viendo en qué cosa nos íbamos transformando. A veces, el disfraz armaba las historias (Dale que yo era una reina africana y vos un elefante y me llevabas hasta mi palacio todo lujoso y después venían y me raptaban y vos te transformabas en un príncipe o en una hechicera que me salvaba?); en otras ocasiones, primero surgían las historias y después, el vestuario ad hoc. 
Con Rosita solíamos jugar en el patio de su casa (algo extraordinario para una nena de departamento como yo). En el patio de Rosita jugábamos al campamento con unas sábanas que colgábamos de las sogas. Al interior de la tienda llevábamos almohadones, una linterna, galletitas, alguna revista, muñecas, y vivíamos mil aventuras acechadas por la noche, las fieras y las inclemencias del tiempo. 
En la pequeña habitación que habitaba con su familia, Rosita guardaba otro tesoro: en un estante del ropero, había armado una casa para su muñeca. Al abrir la puerta del ropero, se encendía una lamparita que iluminaba el reino de Babi: una camita, un placarcito, un espejo en miniatura, una sillita. 
A veces también jugábamos a espiar la calle a través de las persianas y gritarle cosas a la gente (chau pelado!) o a descolgarnos por los barrotes del balconcito, hasta que un día fuimos descubiertas y reprendidas severamente (las nenas no hacen esas cosas, no sean marimachos). 

En estos tiempos, que son muy otros, todavía veo nenas jugando a la mamá, a la maestra o a disfrazarse, y nenes jugando a la pelota o remontando barriletes. Seguramente, unos y otros seguirán teniendo sus juegos prohibidos, sus aventuras secretas, sus maneras de aprehender el mundo lejos del reglamento de los mayores. Que no sé por qué extraña razón, una vez traspuesto el umbral, suelen comportarse como si nunca hubieran pisado el territorio de la infancia, aquel reino perdido.






21 comentarios:

  1. Ah, qué lindo posteo! Y qué imagen tan poética. Los palitos chinos, la payana o como se llame, mirar crecer renacuajos dentro de un frasco y liberarlos ya ranas. La casita en el árbol (asi fuera sólo una madera asentada entre dos ramas). El doctor, no se olvide del doctor. En mi caso no fue al doctor, sino al fotógrafo. Con un amiguito algunos años mayor estuvimos HORAS jugando a sacarnos fotos de la raya del culo, ja! Me lo encontré ya de adultos y me dijo, con voz de barítono: "¿Te acordás cuando jugamos al fotógrafo?" No quiera saber lo colorada que me puse.

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    1. Para mí, la payana era el tinenti; y no metí renacuajos dentro de un frasco, pero creo haber sido testigo del -fallido- experimento Sea Monkey...
      Al doctor jugaba con una amiga, y cada vez que lo hacía, al día siguiente me enfermaba de veras (se ve que me tomaba muy a pecho el papel, o que era rehipocondríaca :-).
      Ahora lo suyo... ¡qué atrevidos, eh! (las fotos ¿las sacaban con o sin cámara?...)

      Un beso, Maia

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  2. Cuando el adulto es niño no sabe que es niño. Vive, como dice Pavese, en un estado prepoético. Después, cuando es grande, construye un paraíso perdido llamado infancia que, en realidad, no fue tan paradisíaco. Muy lindo poste.
    Luis

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    1. Cuando el niño es muy niño no sabe nada de la vida ni de la muerte. A medida que se va enterando, el paraíso va quedando más lejos, sí. Aunque a veces, aun de adultos, solemos visitarlo.

      Gracias, Luis, me alegra que te haya gustado.

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  3. Suerte la nuestra, la de poder seguir jugando con las letras que nos permiten volver una y otra vez al reino dorado de la infancia!
    Un beso, Betina.

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    1. La infancia es un reino de muchos colores y matices, pero a algunos de sus tesoros dorados es bueno volver a asomarse de vez en cuando.

      Beso, Condesa.

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  4. Júrole que mandé un comentario, se perdió en la virtualidad. Ahora lo cambio: me parece entrañablemente bello su recuerdo de los juegos de la infancia. La infancia es la verdadera patria del hombre, creo que eso lo dijo Rilke en alguna novela. Yo lo siento así también, crecer es exiliarse. En fin. (Comentario social: yo también estuve en esa reunión en que Ud. fue merecidamente elogiada. Es bueno que sepa de ese aprecio bloguero que se ha sabido ganar.)

    Saludos, Betina.

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    1. Créole, Rob! Qué barbaridad este bloguer tan descuidado...
      Gracias, me alegra que le hayan gustado estos recuerdos de infancia. "Crecer es exiliarse", qué bueno eso...La frase de Rilke queda redondita así. Para convertirse en adulto, el precio pareciera ser la libertad, la felicidad, la alegría, la curiosidad, el riesgo, la improvisación, la creatividad, ensayo y error... Se declaman como virtudes, pero en lo hechos, los adultos con esas características suelen ser vistos con malos ojos, "inmaduros, irresponsables, tiro al aire, cabeza hueca"... gente en la luna de valencia, bah.

      Saludos, Rob
      (y gracias, me honran los elogios vertidos en esa misteriosa reunión :-)

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  5. Me encantó esta entrada, Betina. Tiene toda la ternura y la nostalgia dulce de esos primeros años. Y a decir verdad lo que más me gusta es que conservo ese aspecto lúdico de antaño. Me niego a perderlo. Crecer es una cosa pero dejar de imaginar y jugar es una verdadera tontería. Entre nos, recuerdo cuando en verano los días eran jornadas eternas de juegos al aire libre y en invierno, las tardes se convertían en pequeños escenarios donde podíamos ser príncipes o mendigos.
    Un beso grande, amiga.

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    1. Gracias, Bee! Y coincido: crecer es inevitable, pero dejar de jugar es una tontería. Cuando perdemos la capacidad de juego nos volvemos rígidos, acartonados, solemnes, tristes, aburridos, amargados... horribles! La práctica de la nostalgia no es lo mío, pero tu recuerdo de aquellas "jornadas eternas de juegos" en verano o en invierno, me hace pensar en que ahora la mayoría de los chicos no tienen tiempo libre para jugar... Sus agendas son tan apretadas como sus padres (doble escolaridad, instituto de idiomas, profes particulares, deportes, etc.), y no les quedan tiempos "muertos" para hacer nada, para jugar... Eso sí me da pena, me parece que se están perdiendo algo irrecuperable.

      Otro beso grande, Bee.

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  6. Con cámara imaginaria. Eso sí, con el click del disparador y todo.

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    1. Ja! Disculpe, pero sigo teniendo más preguntas: las fotos... ¿las revelaban? Y de ser así: ¿qué rayas eran más fotogénicas: las suyas o las de su amigo con voz de barítono?...

      (para que sus jugosas respuestas no queden tan lejos de mis acuciantes preguntas, puede responder abajo de las mismas (de mis preguntas, digo) haciendo clic en "Responder".Eso, si quiere, claro.

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    2. Ya que disfruta los detalles, le cuento que mi amigo tenía un culo ligeramente... cómo le digo, con pelusa. Como un osito, capta? No era precisamente agradable, recuerdo haberme reído a lo loco cada vez que me tocaba "fotografiarlo". Pero bueno, yo era muy nena, y poco tierna. Una enana maldita.

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    3. Igual, su relato tiene un tono afectuoso y/ o piadoso para con el upite piloso de su amigo (es que con la edá, hasta las enanas malditas nos volvemos más buenas :-)

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  7. y que poco se necesitaba para pasarlo bien!

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    1. Tal cual.... Ojo, las nenas de ahora (al menos las que conozco y veo seguido) también juegan y se divierten con poco, el asunto es que les dura un rato, después terminan absorbidas por la tele/ películas/ compu/ celulares...

      Saludos Mary

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  8. 14:57 29/03/2014

    MI QUERIDA BETINA: vuelvo a sus amantes brazos en busca de cobijo y calor vespertinos, hogar selecto donde siempre aquellos encontré y espero tenerlos siempre para mí aun cuando los vientos me lleven a una deriva incalculable...

    Mire, no he leído nada, ni en ningún diario, sobre dónde la ("la" es ud,) elogiaron mucho, según recordó Rob, así que eso sólo me recuerda que yo la elogié primero (soy solipsista), y que ud. se merece todo posible encomio, dadas sus virtudes descomunales y su talento newtoniano, su corazón hecho de miga de maná, usw.

    Muy afectuoso recuerdo de sus juegos de infancia, pero advertí una hesitación en su remate inductivo respecto si los niños de ahora son peores que los de ayer..., duda teleológica muy suya, por su cabecita de chorlito cartesiano es obvio que pasaren dilogías tales..., y más teniendo amigas que fotografían... ¡rayas...!

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    13:03 02/04/2014

    Mire la fecha.., es cuando escribí, hasta "rayas", palabra que siempre ocasiona en Dolina un efecto hilarante..., a ud, también le llamó la atención, yo, siendo un educado atorrante no me atrevería a revelar tales cosas. Pero nada digo en contra de la buena de su amiga.

    Quería dejarle una vez más el testimonio de mi afecto por ud., estos días han sido tristes para mí. Mi desidia olvida muchos acentos. Pero me queda un hálito de vida para escribirle a ud., y poco más.

    Besos.

    Carlos.

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    1. Vusté es un amante medio veleta digamos, y no sé si la culpa es de los vientos o de su corazón vagabundo...
      Fijesé, después del comentario de Rob yo también me dediqué a leer La Gaceta, Crítica y Primera Plana, y tampoco hallé referencia alguna a tan altísima reunión ni a las declaraciones laudatorias sobre mi persona, una pena.
      Le retribuyo el afecto y déjese de pamplinas, Coco: vusté no está ni triste ni débil (la prueba es que ha colocado todos los acentos, signos de puntuación y signos auxiliares pertinentes).

      Le mando un beso y, por las dudas... ¡que esté muy bien!

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  9. Todos los reinos son reinos perdidos (pensaba). Todos sentimos en algún momento que fuimos expulsados de un paraíso que jamás existió. Quizás el paraíso verdadero esté adelante y no atrás. Habría que pensarlo. Aprovecho Betina para agradecerte la antología que armaste en mi blog. Lo sentí como una muestra de afecto. Un gesto hermoso de tu parte.
    Luis

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    1. "Con Leticia y Holanda íbamos a jugar a las vías del Central Argentino los días de calor, esperando que mamá y tía Ruth empezaran su siesta para escaparnos por la puerta blanca (...) Nuestro reino era así: una gran curva de las vías acababa su comba justo frente a los fondos de nuestra casa. No había más que el balasto, los durmientes y la doble vía (...) Después de esta primera inspección del reino bajábamos el talud y nos metíamos en la mala sombra de los sauces pegados a la tapia de nuestra casa, donde se abría la puerta blanca. Ahí estaba la capital del reino, la ciudad silvestre y la central de nuestro juego."
      Cito este fragmento de "Final del juego" porque fue con ese sentido de "reino" que evoqué mis juegos de infancia. Como en el cuento de Cortázar, el "reino" no es para mí sinónimo de paraíso (la infancia no lo es) , sino de territorio secreto, vedado a los adultos, donde los niños gobiernan, ejercen su poder, aprenden, compiten, sufren, gozan, descubren el mundo.
      Por otra parte, coincido con esta idea de Borges:
      "Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso."
      Y con respecto a la recopilación de algunos fragmentos de tus posteos, lo hice porque tus textos (de enorme calidad poética) lo merecían. Y, para que, a pesar de tus frecuentes enojos con el blog o con el silencio de tus lectores, supieras cuánto apreciamos esa belleza que nada en el océano negro de Suspende.
      Es una muestra de afecto, también.

      Un abrazo

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  10. Retomo la idea del paraíso perdido. En general la noción de infancia feliz es una construcción posterior que hace el adulto con una tijerita invisible que le facilita recortar todo aquello que no conviene a esa construcción. Así funciona la memoria. Es tramposa, inconsciente, ficcional. ¿Está mal eso? Ni bien ni mal. Los chicos, cuando son chicos, viven, como se dice, en un estado pre-poético. Están frente al mar y no dicen "oh el mar" o "el mar es el altar de la naturaleza". Agarran un baldecito, juegan un poco y después les da hambre. Eso sería todo. Ese mismo niño, cuando es adulto, tal vez diga "oh, el mar". Pero no será lo mismo. Me tranquiliza en mi blog tener a una lectora de tu calidad. Luis.

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