Pintura: Duy Hyunh
Cuando ella avanza, va abriendo surcos en la tierra. Su falda
arrastra terrones de pasto, pétalos, hojas secas, esqueletos de
grillos, trozos de barro, algunas alimañas.
A medida que avanza, se abren caminos en todas direcciones: norte, sur, este, oeste. Si camina por un sendero recién abierto, inmediatamente se abren otros y otros y otros, y la tierra parece un damero o un laberinto.
Antes de que
ella apareciera, la tierra era como una tela negra y arrugada, y el horizonte, una línea delgada sin principio ni fin. Los hombres y las mujeres se quedaban inmóviles ante esa tela negra y
esa línea interminable, sin saber adónde dirigir sus pasos.
Ahora, cuando alguien quiere caminar, solo tiene que decirlo en voz alta. Entonces ella aparece, se ubica unos metros adelante y comienza a
andar.
Al principio todos la siguen, la vista
pegada al ruedo de su falda. Pero al rato, sin darse cuenta, la pierden de vista.
Ella no está, pero los caminos sí. Solo es cuestión
de seguir alguno.
Sabe que leyéndola me doy cuenta de cómo hace falta lo oscuro, como los esqueletos de grillos enriquecen una frase que podría haber resultado edulcorada. Eso, que no es poco.
ResponderEliminarY eso que ud. se quedó en los esqueletos de grillos (después vienen el barro y las alimañas, que son bastante más negros... )
EliminarLa mujer abre surcos, nada más.
Que no es poco :)
Tiene porte de reina... pero ha de ser muy solitaria, ya que nadie logra mantener su paso.
ResponderEliminarYo ando un poco perdido en esos caminos trazados por la reina. A veces paso cerca de "La luna..." pero mis pasos no dejan huella... al igual que mi voz enmudecida. Pero siento que estoy cerca...
Es cierto, es una caminante majestuosa...
EliminarEn la Luna se lo espera siempre con los brazos abiertos, usted sabe.
Aunque esté silencioso.
Un abrazo, Sinuhe.
Amo estos personajes luminosos...
ResponderEliminarLos personajes luminosos aman a los poetas.
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