Imagen: Janet Hill
Por razones muy parecidas, las ferias americanas me resultan tan irresistibles como las librerías de viejo.
Paso a enumerar:
1. El autoservicio
A diferencia de una casa de ropa "normal", donde podemos mirar un poquito o indicarle a una empleada (generalmente poco dispuesta) qué prenda estamos buscando, en la feria prima el autoservicio: si bien hay una dueña, encargada o empleada (en general muy amable) a quien se puede consultar, la norma dicta que en una feria americana se entra a revolver. Pueden ser baúles enormes con pilas de ropa mezclada, o percheros con prendas perfectamente ordenadas por tipo y color. Nada más excitante que sumergir las manos en ese mar misterioso a ver qué pescamos.
2. El factor sorpresa
A diferencia de una casa de ropa normal, nunca sabemos qué podemos encontrar en una feria. A veces tiramos la caña y salimos con la cesta vacía. Pero otras.... ahhhh, luego de revisar febrilmente aparece esa camisa, blanca, de un algodón tan suave y delicado que parece hecho de aire, con ese cuello, esos puños increíbles y esos versos de Lou Reed que parecen dibujados por él mismo con tinta china. La camisa es de Allo Martinez. Y sale $40. Just a perfect day.
Luego del gran hallazgo sobrevienen unos segundos de zozobra: "¿me quedará bien?" Porque, ya se sabe, en una feria no hay posibilidad de pedir otro talle, ni más chico ni más grande, ni otro color, ni ninguna alternativa: es lo que hay. Solo el destino dirá si lo que hay, era o no para mí.
3. Los precios
A diferencia de una casa de ropa normal, donde una remera de algodón básica, común y corriente, sale, digamos, $100, en una feria podemos encontrar la camisa que describí arriba por $40. Una mini de jean de Soul a $10, un saco de Lucuma a $15, un blusa retro a $20 y así.
Desde que descubrí el universo de las ferias americanas, prácticamente no compro nada fuera de ellas.
Por supuesto, como ocurre con las casa de ropa normales, también hay muchos tipos de ferias. Están las vintage, súper glamorosas, con ropa impecable, restaurada y cara (aunque en muchos casos lo vale); las que venden prendas discontinuas de primeras marcas a precios muy accesibles o los "cambalaches", donde puede haber de todo a precios irrisorios.
Andar por ahí y descubrir una nueva feria americana (me las he encontrado en lugares insólitos) me pone más contenta que perro con dos colas. A revolver, a revolver! Quién sabe qué maravilla me está esperando...
ps: los caballeros lunáticos sabrán disculpar este post eminentemente femenino (o tenerlo en cuenta para quedar bien con sus mujeres por unas pocas chirolas, como diría mi abuelo:)
Y si no, al menos podrán disfrutar del gran L.R.