Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

24 de julio de 2012

El balcón de al lado



                                                                  Imagen: Norman Rockwell
                                          
Cuando era chica, todas en el barrio estábamos enamoradas de Fernando.
Yo tenía el privilegio de ser su vecina, y de que mi balcón estuviera pegado al suyo. Fernando ignoraba olímpicamente a las más pequeñas- entre quienes estábamos Rosita y yo- o las trataba con un cariño fraternal, como si se tratara de hermanitas menores. Eso nos dejaba casi sin chances. 
 Pero a los 11 o 12 años, ese porcentaje mínimo era suficiente para alimentar nuestras fantasías.

Cierta vez, pasamos una tarde entera preparándonos para que nuestro amado cayera rendido ante nuestros encantos.  Ensayamos todos los ritos de un universo que aun no habitábamos plenamente, y así, guiadas solo por la intuición- o por un conocimiento ancestral- nos maquillamos, nos perfumamos y nos vestimos con atavíos exóticos, seguras de que esas señales portaban la llave de la seducción.

Toda esa larguísima tarde la dedicamos a vigilar el balcón de al lado: en algún momento, Fernando tenía que asomarse; entonces, nosotras nos presentaríamos a sus ojos como dos pequeñas geishas, dos bailaoras flamencas, dos damas antiguas, dos deidades irresistibles. Y él tendría que elegir.

Pasaron las horas, cambiamos mil veces de disfraces, de "pinturitas", de collares y de adornos. Practicamos diferentes canciones, pasos de baile y recitado de versos. 

Pero llegó la  noche, y Fernando nunca apareció.
                                                    ...


Con el tiempo, el recuerdo de aquella tarde se convirtió en el siguiente juego de palabras:

 
Caigo en la terraza de un 
edificio bajo
a la hora de la siesta.

Enfrente, una casa blanca
como un trozo de hielo
y una casa negra
como una caja de ébano.
En el segundo piso 
hay dos balcones.


Más allá del vidrio 
del balcón 
de la casa blanca
 adivino una mujer frente al espejo, 
tiñendo su boca de rojo;
detrás, otra mujer se peina 
como si tejiera una canción.
La de la boca roja se envuelve
en una mantilla negra
la que canta se coloca
una flor entre los pechos.

El sol cae.

Entonces se asoman 
por primera vez
y giran sus rostros 
hacia  el balcón de la izquierda
en un compás exacto.


Él todavía no ha llegado.


Una lava sus pies en
agua de violetas,
 otra frota sus poros 
para que atrapen 
la jalea de la luna


El sol desaparece


Ellas se asoman por segunda vez
 giran los rostros perfectos y planos
como  naipes de una baraja.


Él todavía no ha llegado.


Saben que no habrá 
otras noches
que los barrotes del balcón
crecerán como jaulas
que la luna nunca más será
tan azul
que ellas no volverán a tener
doce años
que él se convertirá en un viejo cínico
y decrépito
que ellas deberán calmar
las pesadillas de sus hijos
y construir las naves
 de sus maridos.

Por lo tanto

verifican la suave curva de sus senos
el terciopelo de la nuca
los latidos en la punta
de los dedos
una acentúa el rojo
de su boca
la otra agita su pelo
como una orden.

Se miran.

Empieza a llover en la terraza.
Y sobre la casa blanca como el ébano
Y sobre el balcón negro como el hielo.

Ellas se asoman por última vez.
Giran los cuerpos
como una detonación
y se desnudan bajo la lluvia.

El agua diluye el rojo en rosa, en agua
El pelo se adhiere a los pechos como
una confesión.

Sobre el balcón de la izquierda
el agua cae como un insulto
cubre todo el espacio 
de la ausencia
cubre toda la noche 
ya sin luna


Un gato 
se interpone un momento 
entre mis ojos y el balcón
entre mis ojos y el balcón de la casa blanca
deshabitado para siempre,
entre mis ojos y el balcón de la casa negra
donde un hombre decrépito enciende 
un cigarrillo
y mira caer 
la última estrella.



12 comentarios:

  1. Pobres, ni siquiera tuvieron opción de poner en práctica su estrategia.
    Un beso.

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    1. No. Pero quizás haya sido mejor así:la ausencia de F. nos evitó la humillación de su mirada fraternal y condescendiente hacia dos niñas "jugando". Su ausencia, en cambio, conservó intacta la posibilidad- aun remota- de haberlo conquistado.

      Un beso

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  2. Si Fernando hubiese salido ese día al balcón nos habríamos perdido este poema. Y ojalá él nunca se entere de lo que dejó escapar, porque no hallará consuelo.

    Salut, Betina.

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    1. Vio, Rob? No hay mal que por bien no venga (tomando en cuenta su elogio).
      Y bueno..."el se lo perdió, m'hija", diría mi abuela. Que no sé si será mucho, pero que se hubiera divertido, no me cabe duda.

      Salut

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  3. Los niños- o niñas- siempre son tiernos (y las de antes, éramos taan candorosas, además...)

    Un beso, Mary, me alegro de verla por aquí

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  4. Hermosa la historia y hermoso el poema. Me quedo con eso de "los barrotes del balcón crecerán como jaulas". Me hizo pensar en lo cerca que están la juventud soñadora (representada en un balcón, la mirada en el horizonte) y la adultez frustrada.

    Qué curiosa, la vida, permitirnos tanto sueño en vano.

    Sin embargo, coincido con Rob: aquella desilusión engendró este maravilloso poema, y eso no puede ser malo.

    Un beso.

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    1. Gracias, don.
      Uy, a mí me impresionó la tuya: "qué curiosa la vida, permitirnos tanto sueño en vano".
      Sé que va a sonar a frase consuelo, pero sinceramente no creo que sea en vano, nunca.
      ¿Qué sería de nosotros sin balcones y sin otros horizontes que los de la prosaica realidad?

      Besos

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  5. Betina: hermoso el relato, desearía que fuera verdad, pero como no le pido milagros a la vida, me contento con los sueños de balcones y esas otras zarandajas que iluminan nuestra triste vida de insectos.

    De todos modos, la frasecita: "que él se convertirá en un viejo cínico y decrépito"...., no es muy alentadora.
    Su "filosofía" se parece a la mía.
    Sería un error intercambiar críticas.

    Besos, (aunque advierto que me quiere un 1% menos....)-2:56am lun 30 juli, 2012

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    1. Lo único importante de un relato es que sea hermoso, así que me contento con eso(aunque, además, este relato cuenta algo cierto... tan cierto como puede ser un recuerdo lejano).

      La frasecita se la tiene merecida mi querido Fernandito...Habrase visto ignorar de ese modo a tan gráciles damitas!

      No estoy segura de que nuestras filosofías se parezcan tanto. O sí: usted cree ser más cínico de lo que realmente es, y yo, menos escéptica de lo que quizás soy.

      Le mando un beso (y no sé de dónde saca usted esos raros porcentajes...)

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  6. Dicen que el amor eterno es aquél que nunca se concreta. No sé si será cierto, pero al menos nos da a todos la misma posibilidad de guardar un gran amor en la memoria del corazón.
    ¡Y algunos se hacen bellos poemas!

    beso grande

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    1. Así parece. Al menos, el recuerdo de ese amor permanece intacto.
      Gracias, condesa!

      Abrazo

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