Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

21 de enero de 2012

En el mismo umbral




A los 5 años. Compañerita del Jardín de Infantes.
Recreo. Patio de la escuela.
Yo: ¿Querés ser mi amiga?
Ella (escudriñándome de arriba abajo): No sé... Lo voy a pensar.

(Durante un tiempo esperé la respuesta, que no llegó nunca.)

A los 7. Rosita.
Los nenes y nenas del barrio se habían reunido a jugar en casa de M.  
Cuando quise sumarme-llegué un poco tarde- sorpresivamente no me dejaron entrar.
Entonces caminé unos metros, me subí al escaloncito de un negocio y así, de pie en el umbral, empecé a llorar. Lloraba sin pudor, desconsoladamente. 
Unos segundos después,  Rosita- una nena que vivía en la esquina de casa y a quien  yo no conocía demasiado- pasó por ahí, me miró, se subió al umbral del negocio y, sin preguntarme nada, se puso a llorar conmigo. 
Las dos estuvimos un buen rato así, juntas, llorando a moco tendido.
Desde ese día, Rosita fue mi mejor amiga por muchos, muchos años.


Son extrañas, imponderables, insondables (y muchos otros in) las razones por las cuales nos hacemos amigos de tal o cual persona. Una puede hacer el intento de racionalizar lo irracional o aprehender lo inaprensible y decir: bueno, soy amiga de X porque es bondadosa, honesta, sensible, inteligente, me hace reír, sabe escuchar, etc.etc. En un esfuerzo por poner en palabras lo inefable, se podría seguir enumerando: porque puedo contar con ella, porque está cuando hace falta, porque es audaz (o porque es cobarde), porque es coherente (o porque es incoherente), etc.
Y tampoco alcanza para explicar lo inexplicable. Porque si bien, seguramente, muchas de esas virtudes describen a mis amigas, ninguna de ellas (ni siquiera todas juntas) son condición suficiente para determinar las elecciones que hace el corazón.
De hecho, se puede tener la suerte de conocer muchas personas buenas, inteligentes, etc. etc. y sin embargo bien gracias, allá se quedan, del otro lado de la frontera del afecto.
Hay un momento crucial, definitivo en el comienzo de una amistad, y es ese instante en en el cual dos personas cruzan un umbral (o se suben juntas al mismo) y se encuentran, en el centro del corazón de cada una. 

No hay palabras que puedan explicar ni describir ese encuentro.
Por eso, estas torpes, cursis  e insuficientes parrafadas anteriores no son más que un vago intento de nombrar y celebrar ese misterio.



10 comentarios:

  1. Betina: aunque yo no puedo ser "amiga" suya, por razones de sexo, distancia e inteligencia, sí puedo admirar su buen gusto, astucia, etc.
    No lamente esas "cursis parrafadas", los idiomas son sólo eso...¿O Ud. conoce algo mejor...? ¿Acaso el silencio absoluto del Zen...?

    Sí, tiene razón, la amistad es un misterio, y para quienes lo hemos rozado algunas veces, sencillamente no tiene explicación más allá de la que nosotros le damos y le demos, pero no es incongruente con este mundo que también es un misterio....Tantos siglos de luchas, de sufrimientos, de religiones, de filosofías..., para terminar diciendo-pensando que la amistad casual acaso sea lo único sincero y desinteresado que hayamos tenido...
    Es una lástima que todo se perderá, incluso esas amistades pocas y pequeñas cuando un agujero negro se trague (quizá pronto), en una milésima de segundo, este diminuto espacio habitado por especies parlantes.
    Ventajas de saber cuatro páginas de Física.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Ignorar esas 4 páginas (y el resto)de Física me mantuvo al margen del inminente fin de los tiempos... qué barbaridad! Ud., que está al tanto, tenga a bien avisarme apenas se venga la maroma, así nos reunimos con los amores y los amigos a celebrar el habernos encontrado- al menos por unos segundos- en este universo.

    Buen comienzo de semana, Cocorastuti

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  4. (Si recibe más de un comentario mío, bórrelo, Blogger anda pa'l diablo hoy).

    Decía que Cocorastuti tiene razón, la descripción que Ud hace de la amistad no es banal y es tan verdadera como un tratado completo pero más bella, estar en el mismo umbral que el otro es una imagen felicísima.

    Saludos, Betina, y que nunca falten esas amistades.

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  5. Ese momento- el del umbral compartido- es en mi memoria la imagen fundante de la amistad. Y es tan elocuente que no hacía falta agregar mucho más (yo agregué de puro charleta que soy) :)

    Saludos, Rob

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  6. Querida Betina,

    Desde ayer evoco uno de los umbrales que cruzamos juntas:
    Un grabador en el canasto, auricular izquierdo en su oreja, el derecho en la mía.
    Los elefantes saben descansar, van a morir de paz... ♫♪
    Amo, amat, amabit, amare.
    Chicas y muchachos nos esperan allá...♫
    Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?
    Beso mares de algodón sin mareas, suaves son, sublimándonos, despertándonos. ♫

    La soledad es un amigo que no está ♪♫♪ Flaco poeta ad aeternum.

    Celebro el misterio de los umbrales compartidos.
    Ninguna parrafada de su parte.
    Betina grosa.

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  7. A los 18. La Negra.
    For ever.

    Creo que su hermoso coment, en breve, mutará en post (eso le pasa por andar compartiendo umbrales conmigo...)
    Un beso gigante

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  8. Será un honor para mí, usted sabe.
    Espero ansiosa.

    Un beso enorme.

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  9. Betina de los mil nombres, amiga de umbrales largos que se caminan despacito de la mano, ¿será por eso que te quiero tanto?

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    Respuestas
    1. ...umbrales largos que se caminan despacito o se recorren en un Ford :-)
      no lo sé, yo tampoco sé por qué, pero te quiero tantísimo, Lou.

      un abrazo

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