Ilustración: Beatriz Martín Vidal
Encontré al alquimista en el patio de una casa deshabitada.
Sentado en una reposera deshojaba margaritas y bebía té, a sorbos lentos.
El hombre tomó mis manos, las miró un rato y dijo:
- ¿Estás preparada para el viaje?
- Sí- contesté, y mi voz parecía llegar desde otro lado.
- ¿Cuánto tiempo vas a viajar?
- No llevo reloj- dije.
-Te vas a sentir muy sola- me advirtió-. Nadie te reconocerá. Y aunque creas que alguna voz, un rostro, cierta manera de caminar, una ventana te resulten familiares, serás todo el tiempo una extranjera.
- Si me quedo aquí, también seré siempre una extranjera.
El viejo sonrió a los corazones deshojados de las margaritas.
-Buen viaje entonces.
un viaje como la vida misma...
ResponderEliminarme encantan las margaritas, salu2...
También me gustan las margaritas, pero nunca deshojé una...
EliminarSaludos
Es un muy buen comienzo...
ResponderEliminarSaludos
J.
Supongo que sí (al menos, está la certeza de que hay que empezar).
EliminarSaludos
Sentirse extranjero, no ser extranjero también tiene que ver con el extrañamiento y el desdoblamiento. No está nada mal cada tanto salir de lo cotidiano para sentirse perdido en otro idioma, abierto a los desconocido.
ResponderEliminarMe encanta la imagen que elegiste y el texto tan límpido y fresco...
Ahhhh, otro tema, quería contarte que conocí El Federal, lo busqué y lo encontré, me encantó. Pero fui de noche y supongo que debe estar más lindo ir a tomarse un cortadito, no? Abrazos.
Hay días en los que uno puede sentirse extranjero en medio de su más absoluta cotidianidad (cuando uno se "aleja" y ve las cosas de todos los días desde otra perspectiva los percibe como extraños). Y, por el contrario, viendo una película que transcurre en India, China o Turquía, por ejemplo, a pesar de las diferencias evidentes (lengua, tradiciones, creencias, etc.) me sigue asombrando comprobar qué idénticos somos los humanos en cuestiones esenciales: el amor, la amistad, los miedos, la soledad, la muerte, el goce, el sexo... En esos momentos, nadie es extranjero, ni ellos ni yo.
EliminarCreo que deberíamos vivir siempre en "esos momentos", capaz que nos iría mejor...
Abrazo grande
ps: qué bueno que lo conociste, supuse que te iba a gustar; nosotros solemos ir a la tardecita (la noche nos pesca adentro), después de pasear por San Telmo, feria, etc. ¿Conocés La Poesía? Si no, ese también te va a gustar.
Siempre que lo golpee un desastre, o que algo ande muy "mal" -enfermedad, incapacidad, pérdida del hogar o la fortuna o de una identidad socialmente definida, ruptura de una relación cercana, muerte o sufrimiento de un ser amado, o la cercanía de su propia muerte- sepa que hay otra cara en ello, que usted está sólo a un paso de algo increíble: una transmutación alquímica del metal bajo del dolor y el sufrimiento en oro. Ese paso se llama entrega.
ResponderEliminarDel libro "El poder del ahora", abierto ayer al azar y leído en voz alta a un compañero.
¿Usté dice que si me entrego al viaje capaz me lleno de oro?... :o)
EliminarLe mando un beso
Dicen que los alquimistas fracasaron; y que debieron contentarse con trabajos mediocres y mal remunerados, que apenas le brindan el sustento diario. Yo creo que, en realidad, descubrieron algo demasiado peligroso para la humanidad, y prefirieron callar... Hoy es posible verlos caminando lentamente a orillas de algún río, o en los patios silenciosos de casas deshabitadas...
ResponderEliminar"Mi" alquimista tampoco me reveló ese secreto, Por ahí está guardado en el corazón de las margaritas, o en las piedras que descansan en el fondo de algún río...
EliminarUn abrazo, Sinuhe.
Regresé. Es que... yo también soy extranjero en todas partes. Me dí cuenta un día, después de charlar un rato con Silvia Z. sobre las casas que nos habitan. Estaba a unos cincuenta metros del río que atraviesa el pueblo. Solo yo y los pájaros. Ningún alquimista cerca. La sensación fue rarísima... En el mismo momento caí en cuenta de que todo el pueblo era como la extensión misma de mi jardín y, paradójicamente, de que nada me pertenecía. Mi casa, mi jardín, mi gato, en realidad no eran míos; ni yo le pertenecía a mi pueblo. El sentimiento fue ambiguo... Me sentí vacío y aliviado, a la vez. Entonces me dí cuenta que era un extranjero, como todos los Sinuhé que existieron y existirán después del egipcio. Me fuí.
ResponderEliminarLa clepsidra todavía marca el tiempo, y el viaje continúa...
Seguramente, en tu camino te habrás cruzado con Nippur de Lagash (el errante, el incorruptible, el hombre de los mil caminos).
EliminarO, tal vez, ese es otro de tus nombres.
Buen viaje entonces :)